El Camino del Poder
Había sido infectada con la Luna Plateada Tóxica Crónica, un veneno lento que carcome desde adentro. La única cura era el Elixir Carmesí, una poción rara que podía purificar la sangre contaminada… pero mi vínculo de pareja, León García, lo compró y se lo regaló a mi hermanastra, Jimena Torres.
¿La razón?
Pensaba que estaba fingiendo, dramatizando... como siempre, según él.
Dejé atrás la opción de tratamiento conservador y tragué el analgésico fuerte sabiendo lo que venía: tres días de calma antes de que mis órganos colapsaran, uno por uno.
Día uno.
Le regalé la fábrica de pieles que fundé con mis propias manos… a Jimena.
—Valeria, por fin entiendes lo que es querer a una hermana —me dijeron mis padres con orgullo.
Día dos.
Propuse disolver el vínculo de pareja con León.
—Mira… por fin maduraste —me respondió con una sonrisa tranquila.
También le pedí a mi hija que empezara a llamar «mamá» a Jimena.
La niña la abrazó y gritó:
—¡Mamá Jimena es la mejor!
Jimena sonrió… y yo también. Solo que mi sonrisa, dolía.
Día tres.
Transferí todos mis ahorros a la cuenta de Jimena.
Nadie preguntó nada.
Nadie se dio cuenta.
—Valeria ya no es tan cruel —susurró mi madre.
—Por fin cambió —dijo mi padre, satisfecho.
No sé si después de mi muerte, alguien llorará por mí.
Tal vez, solo tal vez…
Se arrepientan cuando ya sea demasiado tarde.