Capítulo 3
En la cima de la montaña, Guillermo me abraza y me susurra palabras dulces al oído:

—Qué hermoso es estar así abrazados, esperando el amanecer juntos. Mañana cumplimos siete años de casados. Estos siete años a tu lado han sido mi mayor felicidad. Tengo una sorpresa preparada para ti... ¿Crees que en setenta años seguiremos así, viendo amanecer? Para entonces ya no estaremos solos... nuestros hijos nos acompañarán...

Lo miro en silencio. No tenemos ningún futuro.

La luna brilla con suavidad, igual que él... hasta que el timbre de su teléfono rompe nuestra paz.

Al ver la llamada, Guillermo me lanza una mirada incómoda.

No miro su teléfono. Sé perfectamente que solo hay una persona que lo pone en este dilema.

—Ve, si necesitas atenderlo. Yo me quedaré aquí esperándote.

Guillermo me besa la frente.

—Eres tan comprensiva, mi amor. Espérame aquí.

Sonrío mientras se aleja. El viento en la montaña sopla sin cesar.

¡Qué frío que hace!

Al final, no regresó. En su lugar, vi el nuevo post de Ivette en Instagram:

«Es mi caballero andante... hasta para traerme un pastelito atraviesa montañas. Y no me deja comer mucho por el bebé».

En la foto, un hombre le da de comer pastel. El reloj que asoma en su muñeca... es el que yo le regalé a Guillermo.

Marco su número. Pero es Ivette quien contesta:

—¿Buscas a Guillermo? Está bañándose. Creo que no volverá esta noche... —Su voz rezuma malicia— Mañana es su séptimo aniversario, ¿no? Siete años... y sigue sin amarte. ¡Qué pena me das! Pero no quiero romper tu matrimonio.

Cuelgo sin decir más y yo me levanto, pensando:

«Guillermo, no te esperaré más.»

El descenso a pie es agonizante. Cada paso revive siete años de mentiras: el hombre que rechazaba a todas… pero se arrodilló ante mí; el que rara vez sonreía… excepto conmigo; el que complacía todos mis caprichos con infinita paciencia…

Siete años…

Dejarlo duele tanto que casi parece que me arrancaran el alma.

Pero sé que todo su amor... era falso.

Es el hombre más tierno... pero su ternura nunca fue para mí.

Al llegar al pie de la montaña, el sol asoma.

Miro hacia la cima donde me prometió su «gran sorpresa» y marco por última vez.

—El número que marcó está apagado...

Dejo mi despedida en su buzón de voz, tras lo cual abro mis redes sociales y programo la publicación del video que arruinará la carrera musical de Ivette, antes de destruir mi tarjeta SIM.

Acto seguido, tomo un taxi al aeropuerto.

Mientras tanto...

Guillermo sale apresurado del hospital:

—¡Le prometí a Julia pasar nuestro aniversario juntos!

—¡Pero tengo miedo! —lo detiene Ivette, llorando—. ¡No me dejes!

—Lo siento, ella me está esperando.

En el pasillo, su abogado lo intercepta:

—Guillermo, tu esposa me envió los papeles de divorcio. No puedo contactar a ella. Encontré el vuelo que tomó, pero… ¡ acaba de estrellarse!
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