Duncan encontró a su madre sentada en el sofá, frente al televisor encendido con volumen bajo, y dormida.
—Eres una pena de mujer –susurró sonriendo, y se inclinó a ella para alzarla en brazos y llevarla hasta la cama.
—Te vas a herniar, Tim –dijo ella entre sueños.
—Lo haría con gusto por mi chica —contestó él, y la vio sonreír, aún dormida.
Luego de dejarla en la cama y arropar a los gemelos, entró a la cocina a destapar ollas y cacerolas. Sólo había consumido un trago de su copa de vino y nada más. Moría de hambre.
Afortunadamente había