Mi sostén

Unas fuertes manos me agarraron por los bíceps, y me pusieron de pie, luego me giró y me llevó hasta su pecho, me abracé a él, y escondí mi cara entre sus hombros, no sabía bien si estaba alucinando o si realmente era Dante quien me sujetaba. Quizás mi mente lo imaginó para mí, porque lo necesitaba en ese momento. Entonces escuché su voz. Y comencé a llorar, las lágrimas salían de mí a mares, el sollozo me dificultaba aún más respirar.

—Te tengo nena —dijo en un tono dulce, y reconfortante. Pero yo no podía parar de llorar, su contacto empeoró todo, y el llanto se volvió más violento. Me abracé con todas mis fuerzas a él. Una de sus manos acariciaba mi espalda y la otra sostenía mi cabeza sobre su pecho mientras besaba una y otra vez mi coronilla.

—Necesitas respirar nena, trata de cont

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