Está enojado… No, ¿qué digo enojado? Está cabreado, pero no sé por qué esta situación me divierte. Verlo así, tan sacado de sus casillas, me da risa… pero no puedo reírme, porque ahí sí me irá peor.
—¿No vas a responder?
—Es una revista con unas fotos mías —digo, tratando de restarle importancia.
—¡No es una simple revista! ¡Es una revista para caballeros en donde hay fotos tuyas casi desnuda! ¿Acaso no pensaste en qué diría tu padre o la gente que lo rodea?
—¡Eso es lo único que les importa a ustedes: el qué dirán! —me paro, enojada, y camino hacia él—. Déjame decirte algo: a mí eso me tiene sin cuidado. Me pueden decir zorra, perra, puta… lo que quieran, y no me va a afectar en lo absoluto. Es mi vida, es mi cuerpo, y yo veré a quién se lo enseño.
Él se queda algo pasmado por lo que dije, pero luego se recupera tomándome de la cintura con fuerza, mientras me pega a la pared, quedando su cuerpo muy cerca al mío. Esto se está poniendo peligroso.
—No, pequeña. Ese cuerpo me pertenece. Y