Desilusión

Nuestra comida llegó y empezamos a probarla casi con nerviosismo. 

Ambos no prestábamos mucha atención a lo que había en nuestros platos, sino más bien a nuestro acompañante. Yo lo miraba cada minuto para ver si seguía ahí y de vez en cuando me topaba con la mirada de Aitor, mirándome igual con disimulo.

Debía admitir que me preocupaba que estuviera aburrido o que ya quisiera irse, ya que ninguno se atrevía a hablar. 

Picaba mi comida distraídamente con mi tenedor, mientras buscaba un tema de conversación, de vez en cuando me llamaban la atención algunas decoraciones del lugar, aunque había venido decenas de veces, todavía me gustaban.

Era raro que Aitor no me

Samantha Leoni

Son tan tercos estos dos...

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