¿Quién mató a mi esposa?
¿Quién mató a mi esposa?
Por: Jim J. Torrealba
Jack Patterson

— ¡Serena! 

— Jack... No es lo que parece.... Puedo explicarlo. 

— ¿Cómo pudiste hacerlo? 

— Solo guarda esa pistola, Jack. Podemos hablar como personas civilizadas. 

— Jack, amigo....

— ¡No me llames amigo! — gritó con furia — estás con mi esposa, en mi cama, y en mi casa.

— No cometas una locura, Jack. Mírame bien, soy tu esposa. 

— Ese precisamente es el gran problema, Serena... ¿Cómo fuiste capaz? 

— No te hagas el sorprendido, Jack. Sabías perfectamente que nunca te amé. Tú solamente has comprado mi cariño y compañía todos éstos años, pero es realmente Albert el amor de mi vida. 

— ¡Malditos! — exclamó con lágrimas en los ojos — los puedo hacer pagar por su traición, solamente con tirar de este gatillo. 

— ¡Entonces hazlo! — se levantó — sabes que no tienes las bolas para hacerlo. 

— Serena...

— Tranquilo, Albert, yo sé lo que hago. Te conozco muy bien, Jack. Sé que no me harás daño. Todo esto es un show barato que estás armado para aparentar que eres un hombre respetado, pero no eres nada. Solo eres un cobarde. Te escondes detrás de esa pistola, como todos éstos años te escondiste detrás de una fortuna para tenerme a tu lado... Eso se acabó. 

— Eres una.... 

— ¿Que vas a hacer? ¿Nos vas a matar y luego esconder los cadáveres? ... ¡Ya baja esa pistola! .... ¡Cobarde! 

— Te dí toda mi fortuna... — dijo Jack bajando la pistola finalmente. 

— ¿Y eso me hace tuya? 

— Mírate... Ni siquiera tienes una lágrima en tus ojos, Serena. 

— ¡Me cansé, Jack! ¡Me cansé de fingir que te amo!, Me cansé de vivir con una m*****a sonrisa falsa en el rostro. La verdad es que siempre sentí repugnancia cada vez que me hacías el amor. Cada vez pensé en él, en Albert, el verdadero amor de mi vida.

— ¡Mientes! 

— ¿Miento? 

— Teníamos un trato. Yo ponía toda mi fortuna a tu nombre, y tú serías mía. 

— Exacto. Fuí tuya por muchos años. Nos casamos, y viví contigo en este cuchitril por casi un año. Es mucho tiempo, más de lo que puedo soportar tenerte junto a mí. En lo que a mí respecta, ese trato ya fue saldado. 

— ¡Desgraciada! 

— Ahora, tienes cinco minutos para abandonar mi casa, o llamaré a la policía. El lunes en la mañana quiero el divorcio firmado sobre la mesa de mi abogado, y no quiero volver a verte en el resto de mi vida. 

— ¡Se van a arrepentir! 

— ¡Cierra la puerta al salir! 

— ¿Estás loca? ¿Cómo puedes hablarle así? 

— Ya se fue. Debemos seguir en lo nuestro, mi amor. 

Serena se levantó del piso para ir a servir un par de tragos. 

— ¡Es tu esposo! ¿Qué no sientes ningún remordimiento? 

— ¿Remordimiento? En primer lugar, fueron esos estúpidos sentimientos los que me mantuvieron atada a ese cerdo asqueroso durante diez años. Pero eso se acabó. 

— ¿Y qué te hace creer que te dará su fortuna tan fácil? 

Una carcajada sarcástica se dejó escuchar saliendo de la boca de Serena. 

— Ya esa fortuna es mía. El muy imbécil puso todo a mi nombre, con la única condición de que me casara con él, pero no podía usar el dinero hasta que pasaran tres años de matrimonio. 

— Exacto, Serena. Tres años, solamente ha pasado uno. Estás incumplimiento el trato. 

Serena colocó su dedo en los labios de su amante, y entregó una copa de champagne en sus manos. 

— Todo está a mi nombre, ya me cansé de aguantar las ganas de vomitar, ya no quiero fingir más amor en mi vida... Se acabó, yo gané, ¿Y sabes cuál es mi mayor premio? 

— ¿Cuál? — empinó su copa. 

— ¡Tú, tontito! 

— ¡Y cincuenta millones de dólares! 

— Cincuenta millones de dólares que usaré para hacer que nuestras vidas sean perfectas. 

Serena abrazó a Albert con dulzura mientras acariciaba su cabello rubio.

— Tú serás mi nuevo esposo una vez que ese cretino de Jack firme el divorcio. Te haré mi único heredero. No me importa lo que los demás digan, no me importa que eres diez años menor que yo.... Eres el amor de mi vida, Albert, y te mereces lo mejor. 

— Entonces fírmalo ahora mismo. 

— ¿Perdón? — preguntó Serena asombrada gratamente luego de ahogarse ligeramente con su champagne. 

— Firmemos un acta en dónde asegures que toda tu fortuna será para mí. Esa sería una manera muy original de demostrarme cuánto me amas. 

— ¡Estás loco! — exclamó riendo. 

— Hoy a sido un día realmente loco. Me acosté con la esposa de mi mejor amigo en su propia casa, él nos apuntó con un arma de fuego, y ahora me entero que seré el esposo de una mujer multimillonaria... ¡Nada de esto tiene sentido! 

— Tienes razón. Debemos vivir cada día de nuestro amor, como si fuera el último. 

— ¡Salud por eso! 

— Firmemos ese documento ahora mismo. 

Esa noche redactaron un acta usando la sabiduría en leyes que Albert había conseguido durante toda su vida estudiando derecho, y tenía que ser un abogado muy bueno. No por nada había sido el abogado personal de Jack durante tantos años. 

Los fuertes golpes en la puerta hicieron que Jack fuera directamente a ver de quién se trataba. 

— ¿Jack Patterson? 

— ¿Si? ... 

— Soy el detective Castillo. 

— ¿Quiénes son todas esas personas? 

— Son personas que lo odian, señor Patterson. 

— ¿Me odian? ¿Por qué? 

— Usted es el principal sospechoso de la desaparición de su esposa, la señora Serena Blas. 

— ¿Que yo qué? 

— ¡Queda detenido! 

El señor Jack Patterson fue sacado de su casa esposado, y bajo el abucheo de decenas de personas que se dieron cita en las adyacencias de su vivienda. Incluso algunos le arrojaban tomates podridos. 

— Su esposa era muy querida por la comunidad — preguntó el detective una vez en la patrulla. 

— Ella era una modelo muy famosa entre los habitantes de la ciudad. 

— Tranquilo. Estamos aquí para evitar que nadie salga lastimado. 

Muchos golpes, cubetazos de agua helada, y amenazas directamente al oído fue la manera en la cuál fue recibido el señor Patterson en la ayuntamiento. 

— Siéntense. 

— Pensé que nadie saldría lastimado. 

— Mentí un poco. Muy bien, haré esto fácil y sencillo para que ambos podamos salir rápidamente de todo... ¿En dónde está su esposa, señor Patterson? 

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