CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CUATRO: NO ES SUFICIENTE 

Era un recibo de donación de sangre. Había tres recibos como ese. Sin querer saber nada más, hizo una bola con el recibo y lo tiró lejos de él. Haber dado su sangre había sido bien pagado pues ese dinero era el que esperaba, Gabriela ocupara con sabiduría.

Tantas cosas habían pasado desde el momento en que él se fue de casa con solo un objetivo. Buscar a los asesinos de su familia. Él se había hecho un juramente, no iba a regresar a casa hasta que los encontrara. La única manera en entrar en el mundo de la gente mafiosa era siendo un Don nadie a primera vista.

En el momento en que regresó a casa, eran las 8:00 pm en punto. Una vez más, allí no había nada, no había nadie, solo oscuridad. Lentamente, encendió las luces. Como siempre, era un problema para encenderlas. Nada en ese pequeño espacio al que llamaba hogar parecía funcionar bien. Las luces se apagaban  por ellas mismas.

Tan pronto como estuvo en su habitación, se quitó u camiseta de un solo movimiento. Estaba tan cansado que todo lo que podía pensar era en dormir enseguida, tocar la cama y dormir.

En menos de un minuto, Daniel cayó sobre la cama. Sus ojos se cerraron en el mero instante en que se estrelló contra la cama, volviéndose alrededor para hacerse más cómodo de lo que ya estaba, sus ojos se abrieron en el mero instante en que se dio cuenta de que había alguien más allí, al otro lado de la cama. En su mente el nombre de la único mujer que vivía allí y que era la madre de la niña por la que sentía un cierto amor. Gabriela.

¿Qué estaba haciendo ella allí, en la cama de ese hombre?

Se incorporó tan pronto como lo pensó. ¿Por qué ella estaba allí? Ella no tenía necesidad de hacer eso.

—Gabriela, por favor, no necesitas hacer esto—, dijo el hombre sin saber cómo hablarle sin ofenderla, sin malinterpretar nada.

—Sé que todos nuestros préstamos tienen que ser pagados—, dijo Gabriela sin expresión en el rostro.

No hace falta decir que ella no estaba cómoda con eso.

Daniel no hizo nada. Estaba demasiado sorprendido. Incluso reaccionar le era imposible.

— Esta es mi forma de pagarte—, continuó Gabriela.

Daniel la miró. Por supuesto, ella era hermosa, por supuesto, ella era atractiva para él, pero esa no era una manera pagar. Ella no tenía la necesidad de incluso, acercarse a él como pago, o cocinar para él.

Daniel no dijo nada aparte de que ese dinero solo era un préstamo.  Gabriela no le creyó. Daniel no podría decir que era solo renta. Ese dinero eran los ahorros de él. 50,000 dólares, nadie pasa por ahí dando esa cantidad de dinero. Su tío, su amiga, su ex marido, ni uno de ellos le había prestado esa cantidad de dinero y de pronto a su vida llegó Daniel. Solo un inmigrante. ¿Cuánto tiempo para que llegara a esa cantidad de dinero otra vez a sus manos? ¿Cuánto trabajo? ¿Cuánto tendría que trabajar para reunir esa cantidad de dinero?

Bueno, estaba claro que ella no tenía que trabajar haciendo el peor de los trabajos gracias al hombre que le había dado ese dinero y que ahora, ella estaba mirando con esos hermosos ojos grandes que tenía.

Solo silencio en esos 10 segundos que seguramente pasaron, mirándose a los ojos. Nadie se sentía cómodo con el momento que vivían. En la mente de Daniel solo una pregunta; ¿Qué hice para que ella sintiera que me debía algo y se podía pagar de esta manera?

En la mente de Gabriela solo una pregunta, ¿qué tan difícil sería pagar de esa manera? Por su hija era capaz de todo porque al final, la vida  para Gabriela no valía nada si Velvet no estaba a su lado. Después de todo, ella tenía el dinero, después de todo, su hija iba a vivir, ese pequeño problema al que se enfrentaba Gabriela en ese momento no era nada comparado con el problema de no ver más vida más allá de los ojos muy abiertos de su hija.

Sin prisas, las manos de Gabriela se acercaron a la parte inferior del abdomen de Daniel. Sus manos, sus dedos, todo su cuerpo temblaba.

— ¡Es suficiente! — dijo el hombre mirándola a los ojos.

A decir verdad, eso no era suficiente, ella era hermosa, él siempre lo vio, era una persona encantadora, una mujer encantadora que parecía estar sola en el mundo pero, nunca pensó que estaría pensando en ella así, diciendo una y otra vez que eso no era suficiente.

De repente,  Gabriela cerró los ojos como si acabara de convencerse de que lo que iba a hacer estaba bien. Sólo esa noche sería suficiente, sólo esa noche.  Daniel era un hombre guapo, todos podían verlo, pero ella nunca pensó que le pagaría de esa manera, precisamente a él.

— ¡Gabriela, por favor! —Daniel levantó la voz, tomando una de sus manos para hacer que lo mirara a los ojos.

Eso no estaba bien, lo que Gabriela estaba haciendo no estaba bien y tenía que entender que en ese mero instante, Daniel se estaba olvidando de todo menos de ella y de su belleza.

— ¿Por qué? ¿Crees que no sé lo que quisiste decir cuando me diste la tarjeta con el dinero? — Preguntó Gabriela con un poco de confianza.

—Por favor, es suficiente, solo soy un trabajador migrante aquí, no tienes que-

Y luego, todo lo que Daniel  pudo ver, todo lo que Daniel pudo percibir, todo lo que  Daniel pudo saborear fue el paraíso en sus labios. De repente, se había dejado descansar en sus labios.

Sabía que no estaría bien tenerla tan cerca de él, pero no podía simplemente separarla de él, estaba encantado con ella. No más de cinco segundos fueron suficientes para que  Daniel cerrara los ojos y pusiera una de sus manos detrás de la cabeza de Gabriela. Era demasiado tarde para dar un paso atrás. Con cuidado, Daniel la besó lentamente.

—Daniel—, dijo Gabriela entre besos.

Nadie podía explicarlo, pero  Gabriela tenía ganas de sonreír. La noche fue larga, la lluvia afuera pareció atormentar pronto a la ciudad y ellos estaban allí, uno para el otro.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo