— ¿Noemí?.
Alma tocó la puerta de la habitación y al no escuchar respuesta, simplemente entró.
Vio a la chica, con los ojos llorosos, acurrucada en una orilla de la cama. Eso le rompió el corazón.
— ¿Noemí?. — Alma se acercó a la jovencita, que seguía con su expresión preocupada. — ¿Qué pasó? No tienes que ponerte así…
— Lo siento tanto, Alma. — Noemí se lanzó en los brazos de su hermana, para fundirse en un fuerte abrazo.
— ¿Lo sientes? ¿Por qué?. — Preguntó Alma confundida.
— Papá está aquí por mi culpa. — Sollozo.
— ¿Qué? ¿Por qué dices eso?. — Noemí se soltó de su agarre y miró a su hermana mayor a los ojos, con la mirada cristalizada.
— Hace unos días, él comenzó a llamar…
— ¿Qué?. — Noemí asintió, apretando los labios, con cierta vergüenza.
— Y siempre preguntaba cosas… Hacía preguntas sobre nosotros, sobre la casa, sobre mamá… Yo estaba enojada porque en sus preguntas, parecía que, en vez de preocuparse, nos estuviera investigando y entonces le dije… Le dije que dejar