La mudanza había terminado y aunque durante la despedida hubo muchas lágrimas más, Alma sabía, tenía confianza en que, todo estaría bien.
Debía ser positiva y pensar lo mejor.
Edan conducía su Ferrari sin dejar de mirar a su esposa de reojo, le rompía el corazón verla limpiándose una y otra vez las lágrimas que al momento volvían a fluir, como un círculo infinito.
— Tranquila, mi amor, mañana mismo pasamos para saludar. — Le murmuro intentando reconfortarla. Alma asintió, limpiándose de nuevo. Edan supuso que hablar de algún tema, ayudaría a Alma entretenerse. — ¿Sabes? Me preguntaba por qué no me habías hablado antes de tu padre.
— No lo sé… Solo, nunca surgió.
— Llegué a creer que él no estaba presente en sus vidas. — Intentó comentar Edan, con todo el tacto que le fue posible.
— Pues no, desde hace algún tiempo no estuvo, como él mismo te comentó, se fue por una temporada. — Soltó Alma, sintiendo como se llenaba de rabia y decepción al recordar.
— Se ve que es un buen hombre