—Vivi siempre ha sido traviesa. Espero no haya causado problemas a la señorita Somoza —Daniel fue el primero en hablar para romper la tensión en el ambiente.
Antes de que Silvia pudiera responder, una caja de terciopelo rojo apareció frente a ella.
El logo dorado de Cartier grabado en la caja la dejó momentáneamente perpleja.
—¿Señor Caballero, esto es...?
Daniel abrió la caja con calma, revelando una pulsera de oro rosa con diamantes que descansaba en su interior, reflejando destellos multicolores bajo las luces de la habitación.
—Vivi rara vez se encariña tanto con alguien. Es poco común que abra su corazón así. A partir de ahora, la señorita Somoza también es mi amiga —Daniel bajó ligeramente la mirada y luego volvió a mirarla, con sus ojos reflejando la imagen de Silvia—. Si no te molesta, ¿podría llamarte Sisi de ahora en adelante?
Sisi...
Esas dos sílabas cayeron como plumas sobre el corazón de Silvia, creando ondas de emoción. Tenía la sensación de que alguien la había llamado a