Dicho eso, salió de la villa sin mirar atrás, detrás de él se escuchaba la voz de Fátima gritando:
—¿A dónde vas?
No le hizo caso, tampoco tenía ánimo para hacerlo. Le marcó a Marcos.
Una vez en el auto, realmente no podía calmarse. Ya se esforzaba por controlar sus emociones, por no pensar en Silvia, por no pensar en que había desaparecido, pero mientras más se controlaba para no pensar, más no podía evitar pensar en esa dirección.
El teléfono de Marcos estaba ocupado, probablemente hablando con alguien más. No pudo evitar marcarle varias veces a Silvia, todas sin poder conectar.
¿A dónde diablos había ido? ¿Realmente había ido a ver a Daniel como dijo Fátima, o alguien se la había llevado?
En la completa oscuridad, no sabía dónde estaba. Solo podía sentir que tenía las manos fuertemente atadas, la boca tapada, y todo su cuerpo dolía de manera indescriptible.
Con miedo escuchó a gente discutiendo:
—Jefe, esta mujer es tan hermosa, realmente no podemos controlarnos.
—¡Cállate! Nos paga