Del Amor al Odio. parte II

PDV. Narrador.

Amelia caminó varios pasos y se encontró con su hermana que venía con Federico ambos le preguntaron que le pasaba al ver lo roja que tenía la cara casi como el color de su cabello.

– Es un patán de lo último, no debí aceptar darle ningún regalo, además no se ni porque se lo entregué, mejor me salía invertir eso en la bolsa. Dijo mientras pisaba fuerte y se iba a la proa a tomar aire fresco.

Mientras tanto el juego siguió en la cabina, no sin antes pedirle a Paul que abriera el regalo que le habían traído, todos se quedaron asombrados cuando vieron el reloj plateado con fondo azul.

– Eso vale como nueve mil dólares – exclamó uno de ellos quitándoselo de las manos, todos eran de familia adinerada, pero ninguno les llegaba si quiera de cerca a la riqueza que poseían los Villamizar.

– Si es que es original claro – dijo con voz agria Estefanía.

– Por supuesto que es original, ¿acaso no sabes quienes son los padres de Amelia? – le respondió con fastidio Paul, que en el momento en el que vio el reloj que le había pedido a su madre hacia un mes se sintió mal por lo que había dicho antes, aunque no se arrepentía, pero ella no debió escucharlo, y nada tenía que ver con su cuerpo, era solo que era ella su pelo rojo.

Mas tarde Amelia se paseaba por el velero, se le tenía que pasar la rabia pues no podía desembarcar de aquel bote, su hermana menor había arrojado una muñeca muy cerca de la baranda y decidió ir por ella, cuando se inclinó a recogerla, sintió como la empujaban y caía al mar, no sin antes voltearse desesperada buscando donde agarrarse y miró quien lo había hecho. No podía ser otra que Estefanía.

– Mamaaa – se escuchó el grito de la niña que venía corriendo y por su puesto la celosa chica no había visto.

– Mujer al agua – se escuchó a través de unos estéreos por todo el bote la voz del capitán que estaba desde arriba en el timón – casco izquierdo – ofreció más información para el rescate.

Para cuando llegaron a la zona Paul se lanzó sin pensar en quien había sido así mismo uno de los ayudantes del capitán y otros lanzaron salva vidas. Por lo que Paul no escucho a la pequeña Bianca cuando exclamó.

– Tu fuiste – señalando con su dedo índice a la chica morena que no sabía dónde meterse al ver a los padres de su novio.

– No se de que estas hablando niña yo intenté ayudarla, pero no pude. – fue lo que le salió al ver todas las miradas sobre ella.

Todos estaban a la espera de ver que alguno de los hombres sacara a Amelia, un respiro de alivio se escuchó casi al unísono, cuando vieron al joven moreno salir con la pelirroja a la superficie.

– Ponla en el bote hijo – le indicó el padre señalándole el bote inflable que tenía a pocos metros de ellos.

Una vez a salvo en el bote Amelia tosió sacando de ella el agua que había tragado y él la observaba detalladamente mientras le daba golpecitos en la espalda.

– Gracias a Dios estas bien – le dijo aliviado el chico, quien en su revisión para saber si estaba completa, se fijó que sus pequeños pechos estaban duros debajo de ese vestido mojado y decorados con unas hermosas pecas a las cuales nunca antes les había prestado atención. Paul negó con la cabeza, que había sido eso de verla de esa forma.

– ¿A quién quieres engañar? – arremetió contra su salvador. – que bien se te da el papel de hijo bueno, pero ya a mí no me engañas – dijo la chica con desdén. Paul no salía de su asombro, si bien no esperaba un abrazo en gratitud tampoco que le peleara.

– De nada – le respondió con sorna.

– Si gracias por salvarme del empujón que me dio tu noviecita, que de seguro fuiste tú el que se lo pediste, para seguir burlándote de mí.

– ¿De que estas hablando niña?

Amelia no le no pudo contestar más porque ya estaban llegando a la parte del barco por donde podían volver a embarcar. Se quedó con la cara roja de la rabia y con las ganas de gritarle que no la llamara niña.

Todos estaban a la espera de la subida de ellos, a excepción de María Elena, quien había subido directo a la cabina del capitán para revisar las cámaras de seguridad y Estefanía quien estaba pálida al ser llevada por la madre de Paul, quien parecía no haberle creído su actuación.

– Señora María, de verdad que esa niña está mintiendo, yo sería incapaz, vio mal yo vi que la fosfori… – se apretó los labios cuando se dio cuenta que iba a llamar a Amelia por su apodo – que Amelia se resbaló e intenté sostenerla.

– Eso ya me lo dijiste, ahora lo veremos. – respondió con un tono de voz que no admitía más excusas. – capitán por favor retroceda la cámara que da a la parte del velero donde se cayó Amelia.

Estefanía casi se desmaya, al escuchar la palabra cámara, se preguntaba cómo no se le ocurrió ver primero antes de empujar a la estúpida de la fosforito.

– Habrá alcohol por aquí, creo que me está mareando el mar y me voy a desmayar.

Tardo solo segundos el capitán en mostrar justo el preciso momento en la cual se veía a Amelia queriendo tomar algo del piso y a la chica que venía rápidamente y la empujaba con toda su fuerza. La sangre de la comarca de la familia Belmonte hirvió, tuvo que respirar varias veces para recordar que era una chiquilla la que tenia adelante para no abofetearla.

– Juan, acompaña a la señorita para que tome el bote y la lleven a tierra.

– Pe.. pero señora María, bueno fue solo una broma – la chica gagueó, no podía decir nada más era obvio en el video que la había empujado.

– ¿Una broma? – tomó otra respiración profunda – mejor bájate de mí barco ahora mismo y ni en mi casa te quiero ver, a mi ahijada e hija de mis mejores amigos no la toca nadie, y sabrás que, si Amelia quiere denunciarte, le entregaré este video.

Las lágrimas de Estefanía corrieron por su rostro maquillado, bajo la cabeza y caminó siguiendo al hombre que designaron a acompañarla, si no la odiaba antes ahora sí que lo haría, esa flacucha resultó no solo ser millonaria sino querida por la que ella quería que fuera su suegra. Se fue atormentada con lo que haría Paul ahora, ella sabía que la fosforito no le caía bien.

Pero de ahí a pelear con su mamá por ella era otra cosa, Estefanía ni siquiera estaba segura de que la amara.

Por el otro lado del bote recibían al trio que estaba mojado. Amelia fue abrazada por sus padres y llevada a un camerino para que se cambiara, por suerte había considerado bañarse en el jacuzzi y había traído otro vestido con ella. Mientras que Paul fue a buscar a Estefanía para aclarar la locura que le había dicho Amalia, él no podía creer que había sido empujada, de seguro por su propia torpeza se había resbalado.

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