Anaís lloraba desconsolada, y sus amigas ya no sabían que más decirle.
—Creo que esa doctora se equivocó —dijo Evelin.
—No, Evelin, ella no se ha equivocado, yo misma vi y no escuché nada, mi bebé no existe, nunca existió —hablo entre lágrimas.
—Cálmate, esto no te hace bien —Fanny tomo sus manos y las acaricio —aquí estamos y te apoyaremos, no estás sola, tu esposo tiene que saber lo que pasa y juntos van a salir adelante.
—No me siento preparada para decirlo.
—Anaís, no seas terca, él es el padre de ese bebé.
—No hay bebé Fanny.
Evelin y Fanny se miraron, no tenían más palabras.
En horas de la tarde, ellas llevaron a Anaís a su casa, quien pensó que su esposo estaría trabajando, pero el hombre llegó temprano.
—Cariño, ¿cómo te fue en el médico? ¿Cómo está nuestro bebé?
Anaís quedó de piedra y las lágrimas se intensificaron más. Rafael no entendía lo que le pasaba.
—¿Qué pasa?
—No hay bebé —dijo entre sollozos.
Rafael no respondió nada, solo se limitó a abrazarla. Ella se sintió peor