Mi corazón latía con fuerza mientras contemplaba la pantalla de mi teléfono, observando la hora exacta en la que Daniel había prometido llamarme. Cada segundo parecía una eternidad, y no podía evitar sentir un cosquilleo en el estómago. Al fin, el sonido familiar de una llamada rompió el silencio de mi habitación, y sin pensarlo dos veces, respondí con voz temblorosa.
-¿Hola? ¿Daniel? -pregunté, tratando de mantener la calma.
-Hola, Lucy... Ya puedes salir de casa, hermosa. Te estoy esperando en la esquina.
Al escuchar esa palabra, "hermosa", mis mejillas se encendieron con un tono rojo vivo; era como si me hubieran lanzado un rayo de calor. ¿Por qué me llamaba así? Apenas me conocía. Volteé a mirar a mi hermana Dana, quien me observaba con una sonrisa cómplice, como si entendiera la tormenta de emociones que se agolpaban dentro de mí. Le devolví la sonrisa y le di un fuerte abrazo, buscando consuelo en su cercanía.
Sin perder un instante, me dirigí hacia la salida, intentando ser lo