Capítulo 419
—Organizaré todo —afirmó Cristóbal, inclinando la cabeza en una reverencia que sonó a golpe seco contra el suelo.

Santiago suspiró con amargura y, con la mano temblorosa, acarició la cabeza de su hijo:

—Ojalá viva lo suficiente para ver nacer a tu criatura. Me encantaría ponerle un nombre hermoso.

—Claro que sí, padre. Lo verá y lo criará —murmuró Cristóbal, con la voz teñida de esperanza.

El anciano sonrió con tristeza, consciente de que sus fuerzas estaban mermadas.

A la mañana siguiente, un jet privado despegó, abriéndose paso entre la densa niebla rumbo a Midred, a miles de kilómetros de distancia.

***

Gabriela prácticamente no pegó ojo en toda la noche. Al amanecer, cuando Laura llegó con el desayuno, la encontró de pie frente a la ventana, inmóvil.

—Come algo, por favor —le pidió Laura, con voz serena.

Gabriela desvió ligeramente la mirada hacia ella.

—¿Murió?

Laura se quedó un segundo en silencio.

—Tu actitud no es nada buena para el bebé —replicó con severidad, dejando la bande
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