Capítulo 382
La anciana, con la mirada nublada, pareció comprender algo de pronto.

—¿Emiliano, acaso te molesta que ella no te haya acompañado hasta el final? No es que no quisiera… es que cuando recuperaron tu cuerpo, estaba tan irreconocible que Gabriela se negaba a aceptarlo. Se aferró a la idea de que no podías haber muerto. Justo cuando iban a casarse…

Con un suspiro tembloroso, fijó sus ojos compasivos en Álvaro.

—Hijo, esta vida no les alcanzó. Ya suelta ese afán. Mañana mismo iré al templo para hacerte una ceremonia especial. —Levantó una mano, como si quisiera acariciarle el rostro.

Álvaro se quedó inmóvil, tan frío que parecía una estatua sin alma. Ella no consiguió tocarlo, de modo que bajó la mano con tristeza.

—Antes te agachabas para que la abuela pudiera tocarte la cara… —murmuró, entre suspiros—. Pero, bueno, ya que Colomba no está, ustedes dos no se compliquen cocinando solos. Vengan a mi casa luego; les haré una sopa de mariscos con camarones como a ti te gustaba… —dijo, cayendo u
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