Paolo sonrió al escuchar a su futuro suegro bromear con sus cuñados como si los conociera durante años. Él había encajado bastante bien con su alocada familia. Y podía decir lo mismo de los abuelos de Loredana.
Los había hace poco y el primer encuentro había ido… bien.
Albano Romano era un hombre imponente que apenas le había dado un vistazo cuando Loredana los presentó, a diferencia de su esposa que lo había mirado con emoción.
Paolo había llegado a pensar que en cuanto se distrajera, Albano desaparecería con su nieta. Loredana era la que había puesto fin a todo. Se había cruzado de brazos y le había dado una mirada retadora al viejo.
—No iremos a ningún lado hasta que saludes a mi prometido como es debido —había declarado ella con firmeza cuando la abuela de Loredana los invitó a pasar al comedor.
Muchas posibilidades habían pasado por su cabeza en los segundos en silencio que siguieron a sus palabras. Al final Albano había soltado una carcajada mientras estiraba la mano para sacudi