¡Papá compró una humana!
¡Papá compró una humana!
Por: Iriani Balandrano
Capítulo 1. La compro.

Al parecer hoy tampoco iba a comer.

Después de que los guardias de esta prisión se fueran entre risas y apuestas por ver a quién mataría de hambre el día siguiente, me había acercado a la abollada charola en la que se suponía me dejarían comida.

No había luz en mi sucia celda, pero no hacía falta usar mis ojos para darme cuenta de que cualquier extraña masa que estuviera ahí, no era comestible solo por el olor.

Me arrastré de nuevo al rincón más lejano, que no serían más de cinco pasos, y volví a abrazar mi cuerpo para darme una falsa sensación de comodidad y calor.

El dolor constante en mi tobillo derecho era un sordo recordatorio de que ninguna de nosotras podría escapar de este lugar a menos que fuera comprada… o desechada.

Había perdido la cuenta del número de días que habían pasado desde que quemaron mi pueblo y nos tomaron prisioneras.

Era difícil seguir el paso del tiempo cuando se está encerrado en una prisión subterránea donde no existe la luz del sol y cuando nuestros carceleros se olvidan frecuentemente de alimentarnos.

Lo único que era constante y que podía medir, era el número de veces que habíamos participado en la “Selección”, como algunas de nosotras susurrábamos a escondidas.

En los días de llegada de nuevas chicas, las chicas más veteranas como yo, nos cubríamos los oídos y temblábamos al recordar nuestro propio trauma.

A los bastardos les gustaba torturar a las chicas en cuanto llegaban. Gracias al cielo, no de una forma sexual, pero eran bastante creativos al usar instrumentos en nuestras pieles. 

Suponía que nos vendían para cosas retorcidas.

Después de cada "iniciación" separaban a las nuevas chicas en "especiales" y "comunes". Nunca entendí la clasificación y lo único que sabía era que estaba en las celdas de las chicas comunes.

Mi iniciación pudo haber durado minutos u horas bajo la atenta mirada de mis captores; no estaba segura, ya que me desmayé cuando sacaron unas enormes tijeras después de azotarme con un látigo lleno de púas. 

Desperté con el tobillo roto, mareada por la pérdida de sangre y en esta celda junto a otra chica. Estuve en un mundo de dolor por algún tiempo.

Mi compañera de celda me ayudó a acomodar el hueso lo mejor que pudimos y recé porque la herida abierta no se infectara. Gracias a algún milagro, mi tobillo cicatrizó lo suficiente como para no morir.

Le estuve muy agradecida porque me dio parte de su comida y agua en mis intervalos de conciencia; tristemente, ella no regresó a la celda después de mi primer Selección. Ojalá hubiera podido hacer algo por ella para agradecerle.

Recuerdo que lloré mucho en cuanto regresé sola a mi celda antes de que las chicas veteranas me advirtieran que si seguía llorando vendrían los guardias y trabajarían en mi piel de nuevo. Eso fue todo lo que bastó para que yo me volviera una tumba.

Interrumpí mis sombríos pensamientos cuando escuché el graznido de la vieja puerta que conducía hasta aquí abajo. No podía ver a las otras chicas, pero sabía que todas ya nos encogíamos de miedo porque el que nos visiten dos veces en un día nunca era bueno.

-Espero que hayan disfrutado de su comida, pequeñas ratas. – Dijo una masculina voz burlona. – Es hora de recuperar algunas inversiones.

Ese era su código enfermizo para que todas nos alejáramos de las puertas de nuestras celdas. M****a, no podía ser tan pronto la nueva Selección; aun las chicas nuevas sollozaban por el dolor de sus heridas, por lo que no podía haber pasado el tiempo suficiente.

Era el horrible evento en el que nos arrastraban desde nuestras celdas para llevarnos a un cuarto en el que nos arrojaban cubetas de agua helada para quitar el hedor y luego éramos llevadas a otra enorme habitación en el que nos alimentaban un poco y maquillaban. Lo que parecían horas después, éramos arrastradas y llevadas en fila por un largo tramo de escaleras que conducían hacia la superficie.

Entonces nos subían a algunos vehículos blindados y nos llevaban a lo que parecía una m*****a subasta clandestina. Nos separaban y nos hacían desfilar desnudas por un enorme escenario con una iluminación demencial para nuestros ojos que habían estado en la oscuridad por tanto tiempo; así que no era una sorpresa cuando varias de nosotras tropezábamos en nuestro camino.

Esa torpeza no era tolerada y enseguida sabíamos que el látigo comenzaría a golpear nuestra piel el precioso tiempo que nos tomara levantar nuestro cansado y malnutrido cuerpo. Al terminar de caminar, saltar o cualquier estúpida cosa que nos pedían hacer, nos llevaban detrás del escenario y esperábamos un largo tiempo en silencio antes de que llegaran hombres enmascarados y se llevaran a algunas, a todas o a ninguna. Si no éramos seleccionadas, regresábamos a nuestras celdas en la prisión subterránea; poco después llegaban nuevas chicas para continuar con el ciclo.

Me quedé temblando en mi posición y esperé a que abrieran mi celda. Supe por el sonido de algunos quedos lamentos que estaban cerca y me preparé mentalmente para caminar y soportar el peso de mi cuerpo en mi inútil tobillo.

Para cuando llegaron y me encadenaron, ya me encontraba resignada a mi siguiente destino: La ducha helada.

Subimos en fila con algunos golpes “suaves” de los guardias teniendo mucho cuidado de ser lo suficientemente silenciosas. Era casi imposible debido a las cadenas, pero eso a ellos no les importaba: Un ruido y el látigo sería la recompensa.

Recorrimos un largo pasillo metálico, que yo suponía en algún otro tiempo fue un contenedor, y fuimos llevadas a una de las únicas dos habitaciones de este piso. Sospechaba que la otra habitación era en donde se quedaban los guardias porque hace dos Selecciones vi salir a un grupo de ahí.

Después de un gélido baño, nos condujeron al siguiente piso en donde nos arreglarían de tal forma que no fuera tan visible que solo éramos un montón de mujeres maltratadas.

  En todo mi tiempo aquí nunca había visto a nadie pedirle a las chicas que nos arreglaban algún tipo de ayuda para escapar. Quizá porque al igual que nosotras, ellas parecían no estar aquí por su propia voluntad debido a los collares metálicos de sus cuellos. Ni siquiera quería saber para qué eran esas cosas.

La chica que me arregló puso especial cuidado a las bolsas bajo mis ojos y en menos de dos minutos estuve en la fila para salir de este lugar y ser trasladada a la Selección. Al parecer no teníamos tiempo para la pequeña merienda que normalmente nos dan, porque comenzamos a avanzar sin estar todas debidamente “embellecidas”.

Tomé asiento en el camión blindado y me concentré en mi respiración para tranquilizarme. Hace unas tres Selecciones, nos comenzaron a recibir con bastones eléctricos que golpeaban nuestra piel si no éramos lo suficientemente rápidas; solo el recuerdo de la última vez que mi tobillo falló me hacía comenzar a sudar.

Las nuevas chicas comenzaron a llorar en la parte trasera del camión y yo me tensé porque ya sabía qué era lo que seguía.

El sonido de impacto en la carne, lamentos y un sollozo final dejó al camión sumido en el absoluto silencio. A los guardias les gustaba matar a una de nosotras de vez en cuando por diversión mientras éramos trasladas a la subasta; decían que era para poner el ejemplo.

Después de ese largo e incómodo viaje, por fin llegamos a nuestro destino.

Los guardias nos ordenaron que bajáramos en fila, en silencio y rápidamente, así que ese fue lo que hicimos.

Lo primero que me llamó la atención fue ver al triple de guardias que normalmente nos escoltan hasta el escenario. De lo segundo que me percaté, fue que todos estaban tensos y escaneando el lugar como si pudieran sentir algún tipo de peligro.

Con este panorama, nos condujeron por un largo pasillo de este edificio y nos dijeron que lo único que teníamos que hacer era caminar en círculos hasta que volviéramos a ser llamadas.

Mantuve la mirada fija en la espalda de la chica delante de mí. Cada dos o tres pasos cojeaba un poco y me pregunté vagamente si caería y si sus latigazos me salpicarían también a mí.

Claro que yo no estaba en posición de quejarme o dar buenos consejos sobre caminar correctamente.

Comencé a temblar un poco porque hoy era un día especialmente malo para caminar: Mi tobillo ya no quería seguir cooperando después de la segunda vuelta al escenario.

Calculaba que tenía alrededor de dos vueltas más antes de que me azotaran e hice mi mejor esfuerzo para no flaquear mientras rezaba porque nos detuvieran antes de eso. Desgraciadamente, mis cálculos fallaron y terminé irremediablemente en el suelo.

Me tensé y cerré los ojos esperando el látigo… solo que nunca llegó.

-Por favor, permanezca en su lugar. – Dijo una voz mientras se oía una conmoción frente a mí.

Entonces dos palabras sellaron mi destino, aunque eso todavía no lo sabía.

-La compro.

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