Capítulo 2. Gracias... joven Alfa.

Los guardias se acercaron a mí y me levantaron para llevarme a rastras hacia la habitación de atrás del escenario.

Yo no podía dejar de temblar porque estaba muy segura de que aquella voz me había elegido. Sabía lo que seguía y no podía hacer nada al respecto ya que estaba muy débil.

Los jodidos guardias me habían privado de la comida durante… un tiempo.

El cuarto era oscuro, pero no tanto como mi celda, por lo que podía ver aceptablemente bien que ya había un comité de despedida.

El “guardia del maletín”, como lo apodé la segunda vez que lo vi, se acercó a mi y comenzó a examinar mis ojos y boca mientras anotaba cualquier cosa en algunos papeles.

Entonces sacó una jeringa y preparó mi brazo mientras otros dos guardias me sometían para quedarme quieta. No sabía qué era lo que contenía el líquido que les inyectaban a las chicas que eran vendidas por lo que puse todas mis fuerzas en tratar de evitarlo.

-Tienes dos opciones. – Me dijo el tipo del maletín. – Puedes quedarte quieta y ser una buena chica o puedes seguir luchando y te golpearé hasta que quedes inconsciente. Dame una buena razón y te dejaré el otro tobillo igual que el primero.

Eso fue lo que bastó para que me resignara a mi destino.

El tipo resopló y me inyectó rápidamente la sustancia incolora; después, los guardias que me retenían me llevaron a un rincón apartado y me tiraron de mala forma antes de salir por la puerta. Suponía que iban por otra chica vendida.

Con el tiempo empecé a sentirme mareada pero extrañamente no me preocupaba. De hecho, no recordaba si había algo de qué preocuparse.

Miré a mi alrededor con una sonrisa pensando en que la vida era buena; muy pronto dejó de importarme todo y cuando los guardias jalaron mis cadenas yo reí encantada con el maltrato.

Salimos por el largo pasillo y me llevaron hacia las escaleras que nunca había bajado y que estaban a pocos metros de la salida. Al bajar, nos encontramos en una pequeña recepción con ventanas de cristal que daban a un amplio estacionamiento de tipo industrial.

Solté un bajo silbido que me valió un golpe fuerte en mis costillas. Dolió, pero mi cerebro aun no podía registrarlo del todo.

-¿Por qué estás maltratando a la humana por la que pagué? – Dijo una voz saliendo de ninguna parte.

Su voz era baja y mortal.

El guardia comenzó a temblar visiblemente asustado y yo no pude evitar soltar una risita.

-Lo… lo siento señor. No se estaba comportando…

-No me interesa si se estaba o no comportando; ella es mía. – Dijo con un gruñido en la cara del tipo.

Yo solté otra risita y eso atrajo su atención hacia mí. Levantó su mano y me la ofreció.

-Vamos.

Yo alcé mi mano y me detuve a medio camino porque las cadenas no me permitían levantarla un poco más. Él volvió a gruñir en dirección a los guardias cuando se dio cuenta de esto.

Enseguida se apresuraron a introducir la llave y por fin después de no sé cuánto tiempo, quedé libre de esas cosas.

Un suave abrigo cubrió mis hombros y yo levanté la vista sorprendida.

El hombre tomó suavemente mi mano y con un último gruñido en general, me llevó por las puertas de cristal hacia el estacionamiento.

Comencé a balancear nuestras manos porque estar con él se sentía cálido y agradable. O tal vez era solo su abrigo.

No dijo nada cuando llegamos hasta una camioneta negra con vidrios polarizados, solo abrió la puerta y me invitó a subir a la parte trasera. Una vez arriba, me percaté de que había otro hombre en el asiento delantero que me miraba con una ceja arqueada.

Cuando subió mi ¿Dueño? al auto, el hombre comenzó a hablar.

-Entonces…

-Aquí no. – Dijo cortante el señor peligroso.

Ellos estuvieron en un agradable silencio mientras tarareaba sobre pasteles de cereza con crema y días soleados.

-¿Está drogada? – Preguntó el copiloto.

-Lo más probable.

-¿Ya estamos lo suficientemente lejos?

Oh, un bonito árbol de moras a la izquierda… o quizá fueran manzanas.

El hombre de voz linda soltó un suspiro y murmuró algo que no alcancé a oír.

-¡Me estás jodiendo! – Dijo sorprendido el copiloto. - ¿Y qué pasa con Clarisse? ¿Qué pasa con Chase?

-¿Qué pasa con ellos? – Dijo desinteresadamente. – Tú y yo sabemos que de todas formas no hay nada que pueda hacer por el momento. Aun no consigo el dinero suficiente para mi deuda.

-Y supongo que comprar a la chica no ayudó a eso, ¿No es así?

El tipo negó con la cabeza y el copiloto maldijo un par de veces antes de que volvieran a guardar silencio para dejarme a mí a cargo del ruido del fondo.

Me tomé mi trabajo bastante en serio cantando a todo pulmón el último disco de Taylor Swift.

En algún punto del camino debí de haberme quedado dormida porque desperté y no estaba en un lindo y cómodo auto, sino sobre un catre viejo en un sótano mohoso.

Así fue como llegué a la manada Firebuck y lo descubrí, gracias a la única familia con un cuarto disponible ¡Ja, qué chiste!

Los Manson eran una familia de lobos “ancianos” que vivían cerca de la Casa de la manada y que cumplían las funciones de un mayordomo y una ama de llaves; claro que me enteraría de todo esto después. No habían sido innecesariamente crueles con mi introducción al mundo de la fantasía, ya que según ellos no había forma delicada de revelarme su verdadera naturaleza sin que mi tierno cerebro humano no colapsara.

Claro que no esperaba una suave introducción a las reglas de mi nuevo cautiverio, pero tampoco esperaba que al segundo de abrir mis ojos en este nuevo lugar, ambos se transformaran ante mí.

Quizá me desmayé un par de veces antes de que superara el susto.

-Escucha humana. – Dijo el hombre- no- tan- hombre cuando por fin dejé de intentar huir. – Estás dentro de la manada Firebuck y sigues respirando solo por la gracia de nuestro Gran Alfa Bastian Crow; así que duerme esta noche y mañana te diremos qué es lo que debes hacer para pagar el techo y la comida que tan altruistamente te proporcionaremos.

-No te molestes en intentar escapar, porque te encontraremos. – Dijo la mujer – no – tan – mujer antes de dirigirse a las escaleras y dejarme en completa oscuridad al cerrar la puerta de mi nueva prisión.

Bueno, al menos aquí tenía una cama y podía ver mis manos gracias a una minúscula ventana que dejaba entrar los rayos de la luz de la luna.

Suspiré por dentro y analicé mi nueva situación; más allá de estar severamente traumatizada por los lobos que no se suponía que existieran, estaba hambrienta y me dolía la cabeza.

Estaba segura de que había sido drogada, pero por más que intentaba recordar, estaba un poco borroso todo el asunto.

Miré a mi alrededor, sin embargo no había literalmente nada que ver. En esta habitación improvisada solamente estaba el catre y mi sentido del humor para salvarme de cualquier cosa que quieran de mí los monstruos.

Así que me acosté e intenté dormir un poco porque no sabía si necesitaría mi fuerza.

A la mañana siguiente, fui despertada con un balde de agua fría arrojada sobre mi cuerpo desnudo. Chillé un poco y me caí del catre.

-Por el amor de la Madre. – Dijo la loba frunciendo el ceño en mi dirección. – Por alguna razón hueles incluso peor que ayer. Ven conmigo para darte un buen baño, no tenemos mucho tiempo antes de comenzar con nuestras labores.

Me levanté apoyándome en el catre para no poner más peso del necesario en mi tobillo y cojeé por las escaleras detrás de ella con la cabeza gacha. No era tan estúpida como para comenzar con mi lista interminable de preguntas; por el momento, sería una buena prisionera.

Para cuando llegamos a la parte de arriba mi tobillo ya me estaba matando; entramos a lo que parecía ser la cocina de una casa pequeña y no pude evitar mirar a mi alrededor.

La loba bufó y yo volví a agachar la cabeza.

-No tienes ni medio minuto fuera y ya estás buscando cómo huir. – Dijo con un gruñido poco natural que me puso los pelos de punta. – Típico de tu especie. Camina y no me hagas enojar, humana.

La seguí en silencio y no me atreví a volver a mirar a mi alrededor. Cuando se detuvo medio minuto después, se hizo a un lado y me indicó que restregara mi cuerpo con el jabón del baño mientras ella iba a buscar lejía o algo que me quitara la peste.

No es como si yo hubiera escogido mi lamentable estado, pero me mordí la lengua e hice lo que me pidió después de meterme a su pequeña bañera y llenarla de agua.

No me atreví a usar agua caliente por si la loba decidía que no quería compartirla conmigo y me ganara un castigo; de todas formas ya me había acostumbrado a los baños fríos.  Me restregué y aclaré mi piel hasta casi hacerla sangrar.

Cuando me consideré aceptablemente limpia, vacié el agua sucia y volví a llenar la bañera.

-Bien, pensaba que el Alfa había adoptado una rata. – Dijo la loba abriendo la puerta del baño analizándome de arriba abajo. Cuando estuvo satisfecha arrojó unas tijeras al lavabo. – Corta esos enredos, ni siquiera voy a intentar fingir que lo que tienes sobre la cabeza es rescatable. Date prisa, ya vamos tarde.

Me acerqué al lavabo y me quedé paralizada de miedo: Un cadáver me devolvía la mirada.

Tardé al menos diez largos segundos en darme cuenta de que solo era un espejo que reflejaba mi apariencia. Me compadecí levemente de mí antes de tomar las tijeras y comenzar a cortar.

La loba tenía razón, mi cabello estaba tan enredado y sucio que tardaría mucho en poder hacer que pareciera presentable de nuevo. No es como si importara.

Cuando quedaron solamente unos cinco centímetros de mi cabello, paré y me metí a la bañera de nuevo para terminar de eliminar la suciedad y cualquier cosa que pudiera quedar.

Terminé y recogí todos los enredos de mi cabello para arrojarlos a la taza del baño y jalar de la palanca. En ese omento volvió a entrar la loba y me dio una mirada crítica.

-Tendrá que bastar. Toma, ponte estos y sígueme.

Me entregó un pantalón de deporte y una playera larga . Tuve que ajustar bastante porque me quedaban enormes.

Volví a seguir obedientemente a la loba hasta que salimos al exterior. Ni siquiera se me pasó por la cabeza huir, no sabía dónde estaba, no sabía hacia dónde huir y tampoco tenía un lugar al que regresar.

Esto era algo así como un complejo de casas rodeados de bosque. Pasamos una pequeña plaza en donde había juegos infantiles y algunos niños (¿Serían niños?) jugando.

Las personas con las que nos cruzábamos saludaban amablemente a la loba que estaba conmigo antes de mirarme de arriba abajo y seguir su camino. Algunos incluso arrugaban la nariz y preguntaban qué m****a hacía yo aquí.

Yo también quería saber.

Nos detuvimos por fin en una enorme mansión.

-Escucha, humana. – Dijo la loba tomándome del codo para conducirme al interior. – No puedes hacer preguntas, no hables a menos que te dirijan la palabra y por lo que más quieras, dale un motivo a cualquiera de la manada para matarte.

A estas alturas, dudo que estuviera jugando así que solo asentí sumisamente mientras dejaba marcas de sus dedos en mi piel.

Subimos unas enormes y muy vistosas escaleras de mármol (si, reconocería la m****a cara en cualquier lugar); mis pies descalzos estaban dejando interesantes rastros por el lugar, no es como si tuviera opción pero por alguna razón eso me hizo sentir incómoda.

Nos detuvimos en la puerta al final del pasillo.

-Adelante. – Dijo una voz profunda que me fue vagamente familiar.

-Disculpe, Alfa. He traído a la humana como ha solicitado. – Dijo la loba con una exagerada reverencia hacia el hombre más impresionante que había visto en mi vida.

Unos hermosos ojos ámbar se clavaron en los míos y un pequeño suspiro de apreciación salió de mis labios. Algunos chinos se aferraban a los costados de su cabeza y la barba de al menos dos días le daban una apariencia peligrosa y masculina. Era el maldito cliché de moreno alto y formal. Llevaba un traje en azul marino que debía haber sido hecho a la medida porque estaba segura que esos abultados brazos no cabrían en un traje normal. ¿Hacía calor por aquí o solo era yo?

-Tu nombre.

El bufido de la loba me hizo darme cuenta de que el señor delicioso me estaba hablando mí.

-Rose. – Dije suavemente con un poco de rubor en mis mejillas.

-Bien, Rose. Tenemos que discutir algunas cosas, pero antes, ¿Ya has desayunado?

Yo parpadeé y miré de reojo a mi captora. Su ceño fruncido y la tensión de sus hombros me dijo que sería mejor tenerla como amiga.

-Si señor. – Dije mintiendo descaradamente.

La loba se relajó, así que supuse que era lo correcto para decir. El señor delicioso me miró por un largo rato antes de asentir.

-De acuerdo. Como decía, necesito hablar contigo Rose. Mi nombre es Bastian Crow y soy el Alfa de esta manada. – Dijo y yo asentí sumisamente. – Empecemos diciendo que no estaba en mis planes comprarte en esa subasta. – Dijo apretando los dientes y mirándose bastante asesino. – Por cuestiones de la manada, tenía que hacerlo; como sea, me temo que no puedo liberarte ya que conoces nuestro secreto.

-Por supuesto. – Dije cuando el tipo se quedó callado esperando una reacción o lo que sea.

Obviamente yo no había pedido que compartieran su existencia o lo que sea conmigo, por lo que su discurso comenzaba a sonar estúpido, pero no sería yo quien hiciera enojar al delicioso.

-Y aunque no conocieras nuestro secreto, me temo que tampoco podría dejarte ir… por diversas razones que no voy a compartir contigo. – Dijo recargándose en su silla y mirando hacia el techo. – Ahora que todo eso está zanjado…

Espera… ¿Qué? ¿Cuándo lo zanjamos?

-… te diré lo que harás para regresarme el dinero que tuve que pagar por ti.

Yo me tensé esperando lo peor y sacando de mi mente los muchos temas que no habíamos zanjado.

-Resulta que mi última loba de la limpieza renunció hace poco y me vendría bien la ayuda en la Casa de la Manada. – Dijo mirándome por fin. – Asumirás inmediatamente esas labores y, si no contraes ninguna deuda adicional, podrás saldar con tu sueldo en un par de años tu deuda actual. ¿Alguna pregunta?

-¿Me seguiré quedando en el… cuarto de huéspedes de la familia Mason? – Pregunté suavemente de nuevo.

-Si. ¿Otra cosa?

-¿La comida y algo de ropa vienen incluidas en este trato o tendré que incrementar mi deuda para ello? – Pregunté curiosa.

No es que me importara ir al bosque y cazar o recolectar comida, pero no sabía si tenía permitido hacerlo o no. Con la cuestión de la ropa… bueno, mi pudor murió entre mi primera y segunda Selección, así que solo preguntaba por la comodidad de tener algo que usar en el clima frío.

-Puedes comer cualquier cosa que este disponible en la Casa de la manada. – Dijo con fastidio el tipo. No entendía su molestia pero realmente no me importaba. – Con respecto a la ropa, pídele a Susan que te dé un par de mudas. – Dijo señalando a la loba con la que había venido. - Te quiero cumpliendo tus funciones al amanecer y quiero que te retires en cuanto hayas terminado la rutina. Tienes prohibido limpiar esta oficina y mi habitación, ¿Alguna otra pregunta?

Yo negué con la cabeza y el delicioso alias “Bastian” me despidió antes de volver a cualquier cosa que estuviera haciendo antes de que lo interrumpiéramos.

Seguí de nuevo a la loba Susan en completo silencio por las escaleras hasta que llegamos a una enorme cocina industrial.

-Primero me ayudarás a preparar el almuerzo para la familia Alfa y luego te diré tus obligaciones; espero que tengas buena memoria porque no lo repetiré y ten por seguro que no toleraré ninguna falta. – Dijo abriendo el refrigerador y sacando algunas cosas.

 Mi estómago escogió ese momento para rugir alto y claro.

-¿Por qué no comes si tienes hambre? – Preguntó una pequeña voz detrás de mí.

Yo volteé y me topé con la versión pequeña del señor delicioso devolviéndome la mirada. Un pequeño de abultadas mejillas y no más de cuatro años que inclinaba su cara con curiosidad.

Antes de que pudiera contestarle, pasó junto a mí y se dirigió directo a uno de los refrigeradores.

-¡Alfa, espere! ¡Es aun muy joven para aguantar el peso! – Exclamó angustiada Susan al verlo sacar un contenedor que era fácilmente del tamaño de su cuerpo.

La loba dejó caer lo que sostenía en brazos y se apresuró a ayudar al pequeño.

-Gracias Susan. – Dijo educadamente antes de dirigirse a mí nuevamente – Venga, siéntate conmigo y come pastel.

Yo parpadeé y miré a Susan. Ella rápidamente comenzó a negar con la cabeza.

-Lo siento, joven Alfa, ella no puede…

-¿Por qué no? Tiene hambre. – Dijo confundido. – Quedó mucho pastel de cumpleaños… ¡Oh! ¿Eres alérgica a las nueces, como papa?

-Uh… no lo soy. – Dije ya sintiéndome incómoda.

-Entonces siéntate conmigo y come. – Dijo con una brillante sonrisa.

Yo miré a Susan y ella solo soltó un suspiro resignado.

-Gracias… joven Alfa. – Die tomando asiento en una de las barras laterales mientras el pequeño comenzaba a distribuir grandes cantidades de pastel en dos platos.

-Soy Chase. Únicamente el abuelo Kevin y la abuela Susan me llaman joven Alfa. – Dijo arrugando la nariz.

-Lo siento. - Murmuré sin saber bien qué decir.

Se encogió de hombros y me pasó el plato de pastel. Una lágrima rodo por mi mejilla pero la limpié rápidamente mientras él se levantaba y regresaba con dos cartones de leche con chocolate.

-Yo tomo uno de estos cuando estoy triste. – Dijo Chase entregándome la leche. - ¿Eres nueva en la manada?

-No debería de hablar con ella, joven Alfa. – Dijo Susan matándome con la mirada cuando tuve mi primer bocado de pastel en… no sé cuánto tiempo.

-¿Por qué no?

-Porque no está aquí para hablar o comer pastel, sino para encargarse de la limpieza. – Dijo firmemente la loba mientras se movía por toda la cocina organizando cosas para el almuerzo o lo que sea.

-No importa. – Dijo encogiéndose de hombros mientras yo intentaba no tragar el pastel sin masticar. – Ambos teníamos hambre y ahora estamos comiendo.

Yo podría besar al niño ahora mismo si no fuera por la mirada que Susan me daba. Comimos en un silencio amigable hasta que terminé mi enorme plato y le di las gracias en tono bajo.

-De nada, si quieres más, puedes tomarlo de ahí. – Dijo señalando uno de los refrigeradores antes de bajarse del taburete e irse.

Susan bufó. Parecía que hacía eso mucho.

Me apresuré a recoger nuestros platos para luego ir a ayudar a Susan en lo que sería mi nueva rutina diaria.

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