Estoy sentada en la terraza con una copa de vino, lo cual se me ha vuelto costumbre, pensando acerca de la boda de Lay y estoy tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me he percatado de que Ben no vino a comer el día de hoy, hasta que lo escucho abriendo la puerta del garage para estacionar la camioneta.
Mi maridito atraviesa la cocina y abre la puerta corrediza que separa la sala de la terraza.
—Hola, Ary, ya llegué —saluda y se sienta a mi lado, resoplando.
—¿Un mal día? —le pregunto.
—Algo hay de eso —responde agotado..
—Mi dia tampoco fue fácil —aclaro.