Donovan deslizó su mano hacia su vientre, no presionando, solo tocándola. Su gesto era lento, cálido, casi juguetón.
—Piensa en él —murmuró—. O en ella.
Rosalind parpadeó, sus mejillas se ruborizaron suavemente.
—Yo… pensé que… quizá… si era niño, sería más fácil para todos. La familia Ainsworth espera un heredero y…
Donovan soltó una suave risa, apenas una exhalación, negando con la cabeza.
—Es una tontería —susurró él, acercándose un poco más—. Si es niña, será una heredera capaz. Tan hermosa como su madre. Tan talentosa. Tan inteligente. ¿Y sabes? —su voz bajó aún más— No hay nada más peligroso que una mujer que sabe lo que vale.
Rosalind lo miró como si esas palabras la hubieran tocado directamente en el alma.
Sus manos rodearon su cuello, despacio.
Se acercó, y lo abrazó.
Se quedaron así un momento. Sólo respirando.
—Mañana tendré reunión temprano —dijo Donovan, sin alejarse de ella, su voz cálida contra su oído—. Pero a mediodía haré una cita para tu contro