La noche avanzaba silenciosa, pero para Valeria no había descanso. Cada sombra parecía moverse con intención, cada sonido del exterior hacía que su corazón se acelerara. Se sentó en el suelo del apartamento improvisado, abrazando su vientre, intentando calmar el temblor que no solo venía del frío. Sabía que Alexandre no tardaría en darse cuenta de su paradero.
Al otro lado de la ciudad, Alexandre revisaba su teléfono, con la mandíbula tensa. Cada movimiento de Valeria y Gabriel estaba registrado: llamadas, mensajes, fotos enviadas por sus contactos en la seguridad. Sonrió con una mezcla de furia y satisfacción.
—Entonces creen que pueden esconderse —murmuró para sí—. Veremos cuánto dura su pequeño refugio.
Minutos después, envió un mensaje críptico: “Los encuentro donde menos lo esperan.”
Mientras tanto, Valeria trataba de organizar sus pensamientos, pero el miedo la superaba. Sentía que cada minuto de tranquilidad era prestado, como si el peligro estuviera a punto de irrumpir. Gabrie