Cap. 5 El chicle se embarra más

“Donde menos se piensa, salta la liebre” Refrán.

Adrián esperaba cerca de la entrada a Noah y lo vio llegar con su mamá y Valkiria le dijo a su hijo:

—Te portas bien—le dio un beso.

—Mamá… Por favor…

—Buenos días, señora Marshall.

—Buenos días, Adrián, pórtense bien—entonces le dijo—Debo de hablar con tu profesor de idiomas.

La vio irse y Adrián le preguntó:

—¿La tienes?

—Sí…

Caminaron hacia el curso y se toparon con Estévez y sus dos amigotes.

—Vinieron gallinas.

—No somos gallinas—dijo Adrián—no te tengo miedo.

—Es cierto, somos valientes y te vamos a dar lo tuyo y a esos dos—secundó Noah.

—¿Me están desafiando ratas?

—Rata será tu madre—dijo Adrián.

—Ahora verán…—se le fue encima.

El auto de Zeink se detuvo en la entrada del Saint Germain y miró el lugar, muy elegante y le dijo a Memet.

—Bien llegamos.

Vio salir una bella mujer, su cabello negro ondulado y su caminar seguro, usaba lentes oscuros y vestía muy elegante, abrió la puerta inmediatamente y salió al reconocer a esa belleza.

Valkiria se detuvo en seco cuando lo vio frente a ella y rodeado de guardaespaldas, su corazón se heló al verlo.

—¡Zeink!

Él sonrió al verla tan elegante y segura de sí misma:

—¡Jamal almar´a! (belleza de mujer)

Tragó grueso, cuando él decía piropos podía sacar de onda y el verlo allí era demasiado impactante.

—Zeink, ¿qué haces aquí?

—Vine a… Hacer una donación a esta escuela.

—Ah… No lo imaginé.

—En cambio, yo no imaginé volver a verte aquí—miró alrededor—¿qué haces aquí?

No podía decirle y entonces solo se le ocurrió:

—Vine… A prestar el baño.

Zeink enarcó una ceja, la verdad es que ella era muy rara:

—¿Vienes a prestar el baño a una escuela?

Ella se puso incómoda, siempre era tan observador y solamente dijo:

—Me apuró el asunto.

Zeink se le rio guaso y le dijo:

—Siempre la misma, tenemos que hablar.

Ella miró su reloj y le dijo:

—Tengo que trabajar y no tengo tiempo.

—Tenemos que hablar.

Dijo ignorando sus palabras y ella se pasó una mano por el cabello y le dijo:

—Ahora no puedo…

—Entonces… Memet, una tarjeta para la señorita.

De paso creía que seguía señorita, era tan irritante. Él tal Memet sacó una tarjeta inteligente y la puso en el idioma inglés y la extendió.

—Ese es mi número privado, estoy en el Marriott, habitación de lujo.

—Voy a ver si puedo ir...

—Tenemos que cenar.

Ese tenemos, siempre asumiendo que se daría tal como él decía.

—Tengo una vida, ¿sabes?

—Te felicito…—se le rio.

Era tan irritante y entonces ella guardó la tarjeta en el bolsillo de su chaqueta y le dijo:

—Fue un placer verte de nuevo.

—Lo mismo digo ´amirat jamila.

(Hermosa princesa).

Intentó obviar el detalle de sus palabras y caminó con entereza al auto, sintiendo que su mirada la acompañó todo ese tiempo, ya fuera de su rango apretó el volante con fuerza y dio marcha al vehículo, necesitaba huir de allí.

 Conociendo a Adrián

Memet le abrió la puerta y él entró con su séquito de guardaespaldas y de repente dos chicos se le fueron encima corriendo, uno de ellos al estrellarse contra él lo roció con una pistola de tinta azul.

Memet gritó entonces:

—¡Biallad aishaytan alawlad! (por Dios, muchachos del demonio).

Los niños se quedaron helados y escucharon un pito detrás de ellos:

—¡Alto allí!

La mirada de Zeink era severa hacia esos dos pequeños que lo miraban horrorizados, el que tenía la pistola con tinta azul estaba pálido y se atrevió a hablarle:

—Lo siento señor…

Adrián lo reconoció en ese momento y dijo:

—¿Papá? ¿Eres tu papá?

Los ojos del niño brillaron anhelantes y cuando Zeink lo notó, era él, el que decían que era su hijo:

—¡No puedo creerlo! ¡Eres tú papá!

El shock en Zeink fue tal que no supo qué decir.

La impresión de volverlo a ver

Valkiria manejaba nerviosa hacia su trabajo, llegado al estacionamiento prorrumpió en llanto, no podía creer que lo volviera a ver después de tanto tiempo y que actuara como si solo hubieran dejado una conversación a medias y ya… Maldito Zeink, siempre suponía que se las sabía todas. Bajó del auto sintiéndose la mujer más tonta del mundo y de repente recordó… ¡Noah! ¡Rayos! Iba a meterse en el auto de nuevo y de repente:

—Espera allí…

Era su jefe Stamos que se acercaba:

—¿A dónde piensas que vas a ir?

—Tengo una emergencia.

—Tenemos una junta dentro de poco y te necesito allí, eres como mi amuleto de la buena suerte.

Ella se metió las manos al bolsillo y jugaba con la tarjeta:

—No puedo asistir…

—Así se te pierda el mundo debes estar presente.

Ella sacó las manos de la chaqueta y la tarjeta cayó al piso, su jefe la recogió y analizó:

—¿Zeink Fadel? ¿El multimillonario petrolero?—la miró sorprendido—¿Conoces a Zeink Fadel?

Tenía que decir algo y solo se le ocurrió:

—No, cómo crees…

—Es su tarjeta y su número personal—blandía la elegante tarjeta—¿cómo la conseguiste?

Valkiria piensa… piensa…

—Descubrí que llegó a la ciudad y… Sería una importante oportunidad para acercarnos a él…

Stamos vio el número y dijo:

—Este es su número privado, nadie obtiene su número privado y tú lo tienes en tus manos, ¿quién es tu hada madrina?

Se pasó una mano por su cabello negro y dijo para salir del paso:

—Fadel tiene un hijo en la escuela donde estudia Noah…

Su jefe tenía la boca abierta y miraba con asombro a la joven:

—¿Lo viste?

—De pasada…

—Eres la mujer más sorprendente del mundo—dijo estallando en carcajadas—si consigues que este sujeto desee hacer negocios con nosotros, te amaré por siempre.

Valkiria entonces le dijo:

—No es seguro que me atienda…

—Si te dio su número privado, te atenderá niña hermosa—la abrazaba—eres un ángel para mí.

Ahora el chicle se embarraba más y más…

El niño en mención

Zeink intentaba digerir todo el asunto, estaba junto a Adrián que lo veía con asombro y emoción y su traje seguía manchado de tinta, el pequeño rizado de ojos azules estaba junto a ellos y parecía asustado, el director de la escuela decía con voz severa:

—Llamaré a sus madres… No podemos permitir violencia de ningún tipo y menos ataques con pistolas de tinta, me sorprende de ti Noah.

Noah, bajó la cabeza apenado y Zeink le dijo:

—No pienso levantar cargos, parecían que huían de algo…

—De todas formas debo informarle a la madre de Adrián que usted está aquí.

Tomaba el teléfono y Zeink le dijo:

—Eso me distraerá del objetivo inicial…—captó su atención—vine a donar una muy buena cantidad de dinero a su escuela.

El director depositó el auricular en su sitio y puso cara de contento y cambio a modo sumiso:

—Señor Fadel, será un placer atenderlo.

Pero, por supuesto, se dijo Zeink, miró a Adrián contento y le dijo:

—Me podría mostrar la institución.

—Con todo gusto…

Adrián se apegó a él y le dijo:

—Papá, cuánto he deseado verte.

—Ahora ya estoy aquí—lo acarició.

Vio al otro niño y le preguntó:

—No te preocupes por el traje, no levantaré cargos—entonces le dijo a su secretario—Memet, consígueme otro traje.

—Sí, señor—se retiró inmediatamente.

Noah se apresuró a decirle al señor que tenía enfrente:

—Mi madre puede pagar la tintorería, aunque dice que es tinta china y que no sale…

—¿Y tu padre?

El niño se alzó de hombros y él comprendió que no lo conocía, entonces pasó una mano por su cabello alborotado y le dijo:

—Tranquilo, todo bien.

El niño sonrió aliviado y lo vio salir junto a Adrián, al menos su amigo había encontrado a su padre, ahora faltaba él y tenía la esperanza de que pronto podría conocerlo y estar con él para siempre.

Informada

Apenas llegó a su oficina llamarón de la escuela y la noticia la abrumó: Noah había peleado y estaba en detención, deseaban que ella se presentara de inmediato.

Eso era una señal, su mundo se estaba cayendo a pedazos y era por el regreso de Zeink Fadel, normalmente Noah era un niño dócil y cariñoso, algo andaba mal, lo había visto el día anterior, algo alterado y no ahondó en ese asunto. ¿Qué clase de madre era que no se dio cuenta de que algo andaba mal?

 Salió con su cartera y fue a la oficina de su jefe:

—¿Qué se supone que vas a hacer?—preguntó al verla con cartera.

—Hubo problemas en la escuela de Noah y me piden ir.

—Rayos… Valkiria, dijiste que tu rol de madre no intervendría con la empresa.

—Es una eventualidad, algo malo pasó…

—Te perdono si me consigues un contrato con Fadel.

Ella lo miró sorprendida por su osadía:

—Es lo menos que puedes hacer…

Salió molesta con la altanería del tipo, negociaba su rol de madre y eso no lo perdonaba, nadie se metería entre su hijo y ella.

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