Cuando Silver recobró el conocimiento estaba más aturdida que despierta. Sentía su cuerpo como si estuviera en una enorme bola de algodón que se movía de un lado a otro débilmente acunándola. Muy cómodo y acogedor. Podría quedarse así por siempre.
Y aquel olor. Delicioso y atrayente que inundaba todo su ser y la mantenía en un trance total. Se acercó más a la fuente de aquel sabroso aroma y lo abrazó con la poca fuerza que le quedaba pegando su nariz y aspirando.
-Si despiertas así todos los días, creo que me volveré muy adicto a ti por completo-
Los ojos de Silver se abrieron al escuchar aquella voz. Se separó con dificultad solo para ser atraída de nuev