ZAIA.
No pude concentrarme bien en nada después de aquello y le pregunté a la señora Watson si podía irme antes porque no me sentía muy bien.
Me voy corriendo a casa, desesperada por contarle a mamá lo que ha pasado. Al llegar a la pequeña casa de dos plantas que hemos alquilado, abro la puerta y entro.
"¿Mamá?". La llamo mientras cierro la puerta en silencio y dejo el bolso en el suelo. Hoy no trabaja, ¿dónde está? "¡Mamá!".
"¿Zaia?".
Miro hacia arriba y veo a mamá de pie, con un plumero en la mano y el pelo recogido para que no le estorbe. Me apresuro a subir los escalones, haciéndolos crujir bajo mi peso, la vieja madera ha visto mucho desgaste.
"¡Cuidado Zaia!". Exclama mamá cuando llego arriba y la miro, con la mano aún en la barandilla.
"Mamá, tenemos un problema", le digo, echándome el pelo hacia atrás y caminando junto a ella hacia el más grande de las dos habitaciones.
Esta es la mía. Como dijo mamá, necesitaré espacio cuando lleguen los niños.
Es agrad