Epílogo (+18)

Retiró las mantas que cubrían su cuerpo. Por poco termina asfixiándose con ellas y se sintió pegajoso a causa del leve sudor y, ¡oh!, la calefacción encendida al máximo.

Bufando improperios, se incorporó de la cama con la única intención de apagar el aparato que irradiaba un calor sofocante, lo hizo. Pese a ello, seguía sintiéndose incomodo y, después de meditarlo unos segundos, decidió darse una breve ducha.

Su vida transmutó completamente para bien y para mal. Bien porque ahora tenía a su lado a una persona que lo complementaba a tal punto de sentirse un vil dependiente y mal porque ni siquiera podía dar un mero paseo tranquilo que las personas lo asaltaban con tal de obtener una pequeña atención del famoso novelista William Norba. Si bien regalaba sonrisas, firmaba copias de sus libros, permitía —esporádicamente&mdas

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