Isabella intentaba ponerse al día con las cosas de la empresa, la asistente de Diana, su madre, le iba explicando poco a poco, hasta que la puerta de la oficina se abrió y la imponente presencia de la señora Maldonado se hizo notar.
—Buenos días —saludó con cortesía—. Yo me hago cargo Margaret —solicitó a la chica, para que la dejara a solas con su hija.
—Hola, mamá —respondió Isa, y se puso de pie para dejar el sillón de su madre.
—Sigue ahí —propuso Diana—, muy pronto ocuparás ese lugar. —Sonrió y la miró a los ojos.
Isa inhaló profundo, esa forma de observar de su mamá, le causó estragos, pues la conocía bien y sabía que algo quería decirle.
—¿Qué sucede? —cuestionó la chica con la voz temblorosa.
Diana liberó un suspiro, tomó asiento, y de su bolso sacó todas las envolturas de chocolates que María Paz había encontrado en la habitación de Isa, las colocó en el escritorio frente a ella.
Las piernas de Isa flaquearon, y su labio inferior tembló.
—Mamá…yo…
—¿Por qué ot