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Después de calmar su furia, Andrés comenzó a pensar en cómo podría distanciarse de este incidente sin involucrar a nadie más. 

Se le ocurrió un plan elaborado y completamente realizable. Una vez más, su mente estaba lúcida y clara, delineando una ruta viable para sí mismo.

Finalmente, miró hacia abajo y vio las pequeñas manos pálidas y suaves en su pecho. 

Recordó cómo solían ser tan delicadas y ahora estaban marcadas con marcas rojas. Las manos y las muñecas estaban amoratadas por la presión. Sabía que esas marcas serían visibles después de un tiempo.

Al llevar a Alina de regreso al apartamento, pensó en llevarla hasta su puerta, pero ella se resistió y bajó en el segundo piso. No quería ser vista con todas esas heridas. Así que usó la llave que encontr&oacut

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