--- Ana Teyssier ---
Con los primeros rayos de luz de la mañana, me despierto, ¡Dios! Me duele tanto la espalda, espero poder irme hoy a casa, pero ¿Cuál casa? No tengo casa, bueno, ya pensaré en algo.
- “Ana, no entres en pánico. Tienes ahorros, puedes pagar un cuarto en lo que vez el tema de regresar a casa”. – Dijo una vocecita en mi cabeza.
Comienzo a tratar de estirarme, pero algo me lo impide, muevo mi mano sana y de pronto un escalofrío me recorre cuando siento algo, cuando siento el cuero cabelludo de alguien.
- ¿Bruno? ¿Bruno despierta? ¿Por qué no me avisaste que te quedarías a cuidarme? – Comienzo a preguntar aligerando mi voz.
- A… Ana… ¿Ya despertaste? – Escucho una voz familiar, pero una familiar que no me gustó.
Me incorporo de golpe y me asustó al ver quién está aquí.
- ¡Señor Müller! ¿Qué rayos está haciendo aquí? – Dijo asustada y un tanto ofuscada.
- ¡Tranquila! Bruno no podía quedarse a cuidarte, así que me quedé yo… - Dijo aquel hombre apenas despertando.
- ¿Usted?