El Escenario

-Por supuesto, señor, al viaje estoy invitando a Mariana, prima de Andrea, y a mi hermana Lucy. Iremos los cuatro, y las chicas pueden dormir en la misma habitación. -Javier estaba convenciendo al padre de Andrea de que en el viaje a Acapulco, todo sería como la familia de ella deseaba. Nada de momentos íntimos, nada de escapadas a solas. Todo el viaje sería en completo respeto hacia las normas familiares.

-Bueno, creo que puedo pagar el costo del viaje de mi esposa también, para que estemos todos tranquilos.

-Un viaje familiar, señor, pero quizá corto.

-¿Corto por qué? ¿No es suficiente tu dinero?

-Corto porque tengo que presentarme en la oficina una semana después. Necesito cuidar mi trabajo. Quiero hacer más planes con Andy.

La mirada de Don Eduardo se posó con mucha atención en Javier

-¿Más planes? ¿Qué planes?

-Bueno, Don Eduardo, estoy loco por Andrea, y me encantaría que ella fuera mi esposa algún día.

El rostro de Don Eduardo cambió de expresión de manera muy notoria. Esta no era una formal pedida de mano, pero sí era la revelación de los planes de Javier con su hija. Y por supuesto, necesitaba saber más acerca del joven novio de su princesa.

Después de un momento de silencio, le hizo preguntas directas.

-¿A qué te dedicas Javier? Sé que nos lo has comentado, pero me gustaría que me dieras una explicación más completa.

- Soy arquitecto, estoy en un despacho de arquitectos en Santa Fe, estoy a cargo de la construcción de la torre alfa. Pero también me han encargado la construcción de un complejo en Colombia, y otro en Texas.

-¿Y cómo es tu relación laboral? ¿Cuáles son tus planes profesionales a futuro?

- Tengo excelente relación con los dueños de la empresa. He tenido reuniones con ellos para que yo lidere otros proyectos a futuro. Por lo menos, los próximos diez años.

-Bien, es momento de conocer a tu familia Javier. No creas que desconfío de tus palabras, pero para que yo pueda darte permiso de casarte con mi hija, necesito conocer tu mundo. Ella es todo para mí. Cuando nació Andrea, y la tuve en mis brazos, tan pequeña y hermosa. Perfecta, supe que mi vida entera sólo tenía sentido a partir de ella, y que daría mi vida para asegurarme de que cada paso suyo, sería sobre piso seguro. No puedo permitir que nada la lastime, y no voy a dejar que eso ocurra ahora. Si tú quieres casarte con Andrea, yo tengo que saber quién eres tú. No me mal entiendas. Un hombre es él, y su entorno. Yo debo conocer tu mundo. Cuando tengas una hija, sabrás por qué los padres ponemos tanta atención en todo esto. Mi suegro hizo lo mismo conmigo. Lo hizo mi abuelo, lo hizo mi bisabuelo. Todos los padres hacemos esto, cada uno, a su modo. Hazme el favor de decir a tus padres que seremos muy honrados en tenerlos como invitados a cenar para el próximo sábado a las siete, aquí en tu casa.

Javier jamás esperó que su futuro suegro dijera cosas semejantes. Sus palabras habían sido la intención de convencer a Don Eduardo acerca de la validez de sus afectos hacia Andrea, pero no el anuncio de un compromiso. Al parecer, ahora estaba consiguiendo permiso para proponerle matrimonio a su novia, y para ello, era necesario que sus familiares se hicieran conocer por la familia de su futura prometida, con el objetivo de conseguir la aceptación de Don Eduardo, para al fin, pedirle a Andrea que se casara con él. Con esa enorme sorpresa acerca de lo que acababa de provocar en Don Eduardo, simplemente siguió la corriente de lo que estaba sucediendo.

- Por supuesto Don Eduardo, ellos estarán encantados de venir – Dijo, mientras estrechaba la mano de Don Eduardo, el cual incluso le dio dos palmadas en el hombro, feliz de saber que Javier era un muchacho formal, y que no estaba jugando con su hija.

-Ese viaje a Acapulco, muchacho, será un buen viaje.

Y habiendo dicho esto, Javier se despidió de Don Eduardo y se retiró rumbo a su oficina. Los mensajes insistentes de Andrea no le permitían asimilar bien las palabras de su futuro suegro. El tamaño del compromiso que estaba adquiriendo con la familia completa.

-¿Qué te dijo mi papá?

-También irá tu mamá al viaje, él pagará ese costo. Pero podremos ir a Acapulco juntos

-¿¿Mi mamá??

-Sí, fue su condición

-Bueno. No estoy de acuerdo, pero podremos ir.

-Ahora será un viaje familiar.

-Sí. Pero ya empieza a tenerte confianza. Mi papá no es fácil amor

Javier lo sabía. Empezaba a abrir un camino con Don Eduardo para finalmente, conseguir estar con Andrea. Pero también en su mente se fraguaba un plan para estar con Andrea a solas a pesar de cumplir con todas las exigencias de la familia. Pero Andrea no lo sabía.

Durante el viaje, Javier observó todas las normas de conducta que la familia de Andrea esperaba de él, excepto una escapada a medio día, cuando las invitadas al viaje tomaban juntas el sol, y la madre de Andrea había tenido que descansar por una jaqueca provocada por el calor.

-Pero se van a dar cuenta

-No se van a dar cuenta, créeme. Solo vamos un ratito.

Andrea reía nerviosa, pero al mismo tiempo, quería estar a solas con su novio, así que lo siguió.

En esa habitación solo dormía Javier. Así que a solas, en pocos minutos, los besos de Javier vencieron la timidez de Andrea, que sin notarlo, ya que todo su sistema estaba atento a la pasión de su novio, al despertar de su propio cuerpo enamorado, no supo cuándo estaban ya acostados en la cama, besándose mutuamente, con la profunda felicidad del primer encuentro, con el miedo y la sorpresa para ella, el pequeño dolor de su primera vez, pero el cuidado y atención de su novio, atento a cada instante de ella, preguntándole cómo se sentía, acompañando cada gemido, lágrima, temblor.

Ella se sintió feliz, amada, aceptada. Estaba preocupada preguntándose acerca de su madre, si habrá despertado antes, si la estará buscando, o si su cuñada, y prima se habrían preguntado por ella, pero cada vez que intentaba decirle a Javier que salieran, y dejaran para después ese encuentro, Javier la tranquilizaba, y seguían entregados a su amor.

Dos años de relación habían tenido sin haber llegado a ese momento, aunque habían tenido muchos de pasión sin lograr culminarla, porque en la familia de Andrea, y la educación que ella había recibido, la hacían rechazar intentos más avanzados de su novio, porque ella tenía que llegar virgen al matrimonio, porque su valor también estaba cifrado en su desconocimiento total de las relaciones sexuales. Y por eso, cuando terminaron su encuentro, y aún abrazados y desnudos, Andrea empezó a llorar, sintiendo que había fallado a tantos años de cuidado y consejos.

-Pero mi amor, si yo no te voy a dejar después de esto -le prometía Javier, intentando tranquilizarla

- Es que tú no entiendes – decía Andrea angustiada – mi familia se va a dar cuenta de esto.

-No si tú no dices nada. Yo no lo haré, es nuestro momento. Esto es de nosotros nada más.

-Pero ambos desaparecimos, nos van a buscar.

- Eso se arregla vistiéndonos para volver y nadar inmediatamente. Nadie se va a dar cuenta.

-¿Estás seguro?

-Por supuesto que sí mi amor. Vamos, hay que vestirnos, y nadie notará nuestra ausencia.

Así lo hicieron, y para suerte de Andrea, la madre seguía dormida cuando se dirigieron a la alberca, en la cual nadaron juntos, hasta que la hermana de Javier, y la prima de Andrea los fueron a buscar.

-¿Dónde estaban tórtolos? - preguntó la prima de Andrea, metiéndose en el agua – No los veíamos por ningún lado – Y se acercó a Andrea esperando que le contara.

Andrea se alejó un poco de su prima. Sentía que su cuerpo no era puro ya, ni aceptable, y aunque sonreía juguetona con todos, dentro de ella la sensación de haber fallado y haber perdido su estado sin mancha, le generaba una ansiedad que nunca antes había conocido. Sentía dentro de ella, que había fallado a todas las esperanzas de valía que tenían sus padres en ella.

Este sentimiento no desapareció con su regreso a casa, pero Javier se encargó de hacerla sentir respaldada y contenida para que ella aceptara más encuentros con él, y así continuaron por seis meses. Con la suerte de no haberse embarazado en todo ese tiempo, Javier finalmente sí le propuso matrimonio a Andrea, en una cena, a finales de junio de ese año. Para Andrea su vida era ya la felicidad completa, porque su novio había cumplido su promesa de ser su esposo, devolviéndole la dignidad que creía perdida tras haber aceptado sostener relaciones sexuales con su novio. Esa noche lloró no sólo porque era feliz ante la futura boda con su gran amor, sino porque al fin acabaría su angustia de ser sólo amante de su novio.

Al día siguiente, Javier anunció a Don Eduardo que pediría formalmente la mano de Andrea, y que lo acompañarían sus padres para el evento. La cita se dio a la semana siguiente, y todos los preparativos corrieron por cuenta de Don Eduardo, quien al terminar el brindis, llevó a su futuro yerno a su despacho, y tras el abrazo de bienvenida a la familia, lo retuvo en sus brazos mostrando fuerza en el gesto, y le dijo en tono muy bajo.

-No creas que no sé que ya has estado con mi hija, como si fuera tu mujer. Más te vale que la respetes y la honres, porque no sabes de lo que soy capaz.

Javier pálido y titubeante, le sonrió a Don Eduardo, y le prometió que sería un esposo ejemplar. Y así lo fue.

Después de una boda de ensueño, Javier dedicó cada día a hacer feliz a su esposa, hasta que empezaron a buscar intencionalmente un hijo, y empezaban a pasar los años, con viajes y eventos sociales derivados de los empleos de ambos; Navidades sin niños, y cuatro futuros abuelos que no veían el día en que pudieran consentir a los nuevos miembros de la familia. Pero no sucedía.

La pareja buscó consulta profesional, y no parecía haber impedimentos para un embarazo, y este llegó en el momento menos esperado. Cuando la relación entre Javier y Andrea se había deteriorado tras haber buscado insistentemente tener un hijo, Cuando ya habían decidido divorciarse, y Javier sólo esperaba la sentencia para irse sin peleas. Andrea no le hizo saber nada del embarazo, hasta que no pudo ocultarlo. Entonces notó que aquel sueño tan esperado por ambos, sólo la hacía feliz a ella, pero la presión de Don Eduardo en su matrimonio se hizo sentir de nuevo, obligando a Javier a quedarse con Andrea para criar juntos al bebé.

La sentencia de divorcio no importó al principio, porque Andrea y Javier seguían juntos después del nacimiento de Azucena, pero ya aquellos años de pasión que compartieron, se habían quedado en un recuerdo. Javier no sólo no buscaba a Andrea, la rechazaba discretamente, y solo mantenía atención a sus responsabilidades en el hogar, al cual Andrea se dedicaba por completo debido al tipo de crianza que quería para su hija.

Pero después del cumpleaños seis de Azucena, Javier salió a dejar a unos amigos a su casa, y ya no regresó. Al principio creyeron que algo le había pasado, incluso hicieron una denuncia de personas desaparecidas, pero después de una semana, en la cual Andrea no durmió con la zozobra, un mensaje de texto de un número desconocido llegó a su celular, con las cortas palabras “no voy a regresar. Lo siento. Javier”.

Aunque ella intentó comunicarse a ese número, nunca lo logró, y nadie pudo ubicar a Javier a partir de ese mensaje, aún con todo el poder que Don Eduardo conservaba. Javier se había ido, y para Andrea el dolor de la ausencia del único hombre que la había tocado en toda su vida, se convertía en el peso de vivir más intenso que jamás había experimentado.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados