—¿Acabas de despertarte? —preguntó Julio sonriendo, con el desayuno en la mano.
Sofía asintió y se hizo a un lado para dejarle sitio. Él entró en su salón y colocó el desayuno en la mesa del comedor.
—¿Quieres lavarte primero?
—De acuerdo.
Sofía volvió en sí y corrió hacia el baño.
Julio la observaba con una sonrisa de oreja a oreja. Se daba cuenta de que Sofía tenía un lado femenino a pesar de su fachada fría e independiente. Sin embargo, ella sólo mostraba su verdadero lado delante de personas en las que confiaba.
Él creía que su duro trabajo había dado como resultado un progreso porque Sofía nunca se había comportado de esa manera delante de él. Esto demostraba que confiaba en él hasta cierto punto.
Eran buenas noticias, pero aún le quedaba trabajo por hacer para ganarse su corazón.
Después de lavarse y cambiarse el pijama, se reunió con él en el salón, con el rubor aún persistente en las mejillas por la vergüenza.
Ella le preguntó despreocupadamente:
—¿Por qué te has levantado ta