Lo primero que se le ocurrió a Sofía al ver las docenas de bombas atadas al cuerpo de Leo fue echar a correr, pero Leo parecía haberlo adivinado ya.
—Te aconsejo que te quedes quieta, o haré explotar estas preciosidades y haré daño a todos los presentes.
Así que Sofía no se movió. Aunque Leo no detonara las bombas, tenía que actuar con valentía para proteger la vida de los demás, o se convertiría en la comidilla de la ciudad durante la siguiente década por cobarde.
—Bien, bien. Veo que sigues siendo inteligente. —La sonrisa de Leo se volvió amenazadora mientras arrastraba a Sofía al escenario, con el detonador de la bomba en la otra mano. Tocó el micrófono y dijo—: Buenas noches a todos. Me alegro de estar aquí esta noche.
El público guardó un silencio sepulcral, aunque a Leo no pareció importarle. Se burló.
—No parece que sea muy bienvenido aquí. Les advertiré a todos ustedes primero. Si alguien intenta escapar de este lugar esta noche, haré que el edificio se derrumbe sobre todos no