El asistente salió del despacho de Antonio, y en la puerta, otros secretarios lo miraron con caras llenas de chismes.
—Señor Ramírez, ¿cuándo planea casarse con esa señorita Sánchez?
—No tengo ni idea— el asistente respondió sin miramientos, frunciendo el ceño a las secretarias. Era algo que él no se atrevería a preguntar. Además, ¿no estaban ocupados con los preparativos del cumpleaños?
—Si no se casan, la gente hablará sobre el niño en el futuro— comentó una secretaria. Otros se sumaron, diciendo, —Sí, es mejor que los padres estén cerca para el crecimiento del niño.
Todos entendían esta lógica, pero nadie se atrevía a discutirlo frente a Antonio.
—Váyanse a trabajar, ¿por qué se preocupan tanto por los asuntos del señor Ramírez?— el asistente les dijo, haciendo un gesto para que se fueran.
Las secretarias se dispersaron, pero inevitablemente seguirían hablando en privado. Sin embargo, el asistente no podía controlar eso, ya que era un asunto personal, y tampoco conocía los verdade