Angie fue llevada a la oficina de Julio. A sus casi treinta años, Angie parecía un tanto madura, pero tenía una figura excepcional. En ese momento, llevaba un vestido ajustado y sensual mientras se acercaba lentamente a Julio.
—Julio, aunque ahora no te guste, ¿es necesario que me evites?
—¿Quién te está evitando? Estoy muy ocupado— respondió Julio, mirándola sin mostrar ninguna emoción especial. En ese momento, Angie no significaba más para él que alguien que conocía en el pasado, y su relación no era particularmente cercana.
—¿Tan ocupado estás? Parece que no tienes tanto trabajo— dijo Angie riendo suavemente mientras se dirigía a sentarse en el sofá, sin considerarse una extraña.
Julio, sin ánimo de perder el tiempo, preguntó directamente:
—¿Qué asunto has venido a tratar hoy?
—Es sobre lo que discutimos la última vez— dijo Angie.
—No puedo ayudarte con eso— respondió Julio de inmediato. —Debes encargarte de tus propios asuntos. No soy tu padre, solo somos conocidos.
—Julio, ¿está