A pesar de lo que dijo Sofía, Mariana aún se sentía muy agradecida.
—Julio es ahora tu novio. Si no hubieras permitido que él salvara a mi hermano, quizás él te habría escuchado.
Si no hubiera sido por la ayuda de Julio, Jaime no habría salido tan fácilmente de la comisaría.
—Eso es algo entre él y Julio, no tiene nada que ver conmigo—, pensó Sofía. Sentía que Mariana no tenía que agradecerle; en realidad, no había ayudado y tampoco quería hacerlo.
Mientras hablaban, el coche de Julio se detuvo al lado de la carretera.
—Vamos—, dijo Julio bajando la ventanilla del coche, invitando a Sofía a subir. Al ver a Mariana de pie al lado, también le dijo: —Siéntate atrás, Jaime también está en el coche.
Acababa de salir de la comisaría y aún no había tenido tiempo de llevar a Jaime de regreso antes de ir a buscar a Sofía.
Mariana se sorprendió, y luego vio cómo la ventanilla trasera del coche se bajaba y Jaime, con el ceño fruncido y visiblemente molesto, dijo:
—¿Qué haces aquí?
—Hermano, ¿es