Sofía pasó toda la tarde en la oficina de Diego hasta que regresaron a la isla en helicóptero por la noche.
—¿Solías hacer esto todos los días?—Sofía no pudo evitar preguntar.
A pesar de que el vuelo solo duraba una hora, Sofía lo encontraba molesto.
—No, cuando trabajaba, generalmente pasaba la mayor parte del tiempo en la ciudad de Dajo y solo venía a esta isla de vez en cuando—respondió Diego. Pero las circunstancias eran diferentes ahora. No podía permitirse dejar a Sofía sola en la ciudad de Dajo y, al mismo tiempo, no quería pasar varios días sin verla, así que tenía que viajar de ida y vuelta a diario.
Sofía entendió lo que eso implicaba y dijo: —En realidad, no es necesario que vuelvas todos los días, no voy a huir.
—Sofía, ¿te preocupas por mí?—Diego sonrió, pensando que Sofía se preocupaba por él.
Sofía se sintió un poco frustrada, pero decidió no expresarlo y respondió: —Simplemente creo que no es necesario.
—Para mí, es necesario—dijo Diego. Poder ver a Sofía todos l