—Sí, señora —respondió Julio obedientemente como un colegial.
Sintiéndose derrotada, le regañó un poco y colgó.
Guardó el teléfono y decidió relajarse, ya que Sofía se había enterado de la verdad. Se dirigió a su estudio, encendió las luces y se puso a trabajar. Lo comprobó: era de Sofía.
—¡Descansa pronto!
Levantó la mirada y la vio de pie junto a su ventana, mirándole fijamente. No tuvo más remedio que abandonar el estudio.
Esta vez, se fue a descansar al dormitorio en lugar de trabajar.
No estaba enfadado con ella por ser controladora; se alegraba de que se preocupara por él. De lo contrario, no habría dedicado su tiempo a vigilarle.
Se durmió rápidamente con este hermoso pensamiento y esa noche tuvo un sueño agradable.
Al día siguiente, Sofía volvió a trabajar. Antes de eso, llamó a Julio, como de costumbre, para comprobar su estado. Se sintió más segura después de saber que estaba bien.
Tenía la edad de su lado, pero todo el mundo envejece con el tiempo.
Una vez más, le recordó qu