Quizá había reprimido sus sentimientos durante demasiado tiempo.
Sofía no sabía lo que se le pasaba por la cabeza.
Cuando Julio se dispuso a marcharse, ella tiró de él y le besó en los labios. Sintió que se había vuelto loca.
Pero entonces Julio la apartó y la miró fijamente a los ojos.
—¿Sabes lo que estás haciendo?
—No lo sé. No sé nada en absoluto.
Ella tampoco quería saber, ni pensar. Sólo seguía a su corazón.
—Tendrás que recordar que tú lo buscaste.
Antes de que Sofía pudiera responder, Julio se inclinó hacia ella y la besó apasionadamente.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, le dolía todo el cuerpo, como si un tanque le hubiera pasado por encima durante la noche. Volvió en sí y contempló el dormitorio vacío, con la ropa esparcida por el suelo. Fue entonces cuando comprendió lo que había ocurrido la noche anterior.
Ella y Julio...
Se sujetó la cabeza, sintiendo que le venía un dolor de cabeza.
Nunca había pasado nada entre ellos, ni cuando fue su esposa ni luego siendo su