Emma
Han pasado varios días desde la propuesta de Damian, y aunque todavía me siento dividido respecto a su oferta, la situación se está volviendo cada vez más complicada.
He intentado no ser una carga para Melissa, comprando algo de comida y llenando la nevera para aportar de alguna forma.
Sin embargo, hoy las cosas no salen como esperaba. Estoy frente a la caja del supermercado, con una fila de personas impacientes detrás de mí. La cajera pasa mi tarjeta, pero veo cómo frunce el ceño cuando dice:
—Lo siento, no pasa.
Al escucharla es como si el alma se me bajara a los pies y un sudor frío me recorre la espalda cuando le digo.
—¿Podrías intentarlo de nuevo?
—Sí, claro... —responde la cajera, evidente molesta.
Yo me quedo muy quieta a la espera, sintiendo un nudo de nervios en el estómago.
La cajera desliza la tarjeta por segunda vez, pero el resultado es el mismo. Mi rostro arde de vergüenza, y siento las miradas de los demás clavadas en mi espalda.
Me disculpo apresuradamente, s