Pasado.
Estaba frente a mi gran mansión, André se encargó de traerme, mientras que Martín aún seguía con su estúpido discurso de amor. Solté un suspiro profundo y me acaricié la sien de mi cabeza tratando de evitar cometer alguna locura.
─Siamo arrivati mia dea ─exclamó André.
«Hemos llegado mi diosa»
─Necesito que vengas por mi muy temprano ─dije en su dirección y él asintió.
─Gia ─me llamó Martín y volteé a él antes de abrir la puerta del auto. ─Un beso de buenas noches no estaría mal.
Rodé los ojos y bajé del auto, escuché la risa de André y solo me