Verdades a medias
Verdades a medias
Por: Travis Turner
1. Familia feliz

Trato de colocarme el collar cuando mi marido abre la puerta de la habitación.

- ¿Me ayudas cariño? - le digo extendiendo el collar y haciéndome a un lado el largo cabello rizado, de un negro tan profundo que tiene destellos azules.

Jorge me besa cariñosamente la nuca y la recorre con sus labios hasta llegar al lóbulo de mi oreja. Deja el collar en la mesita de a lado y toca mi pecho introduciendo su mano por el escote del vestido.

- No tenemos tiempo, amor - le digo girándome para quedar frente a él. Como aún no me pongo el labial, lo beso mientras cruzo las manos detrás de su cabeza tomándolo del cabello.

Nos besamos con mucha intensidad. Siempre disfruto plenamente de las caricias de mi esposo que cada vez se van haciendo más intensas.

Me recargo en su cuerpo y siento su dureza atrapada en el pantalón. Bajo la mano e intento bajarle el cierre cuando la puerta se abre repentinamente.

Una pequeña de ojos dormilones y cabello igual de negro que su madre entra a la habitación.

Nos separamos con rapidez mientras la pequeña dice

- Mami, dice Javier que me quedaré dormida en cuanto subamos al auto, pero no es cierto mami, no tengo sueño. - dice tapando con su manita un gran bostezo.

Jorge me pone el collar rápidamente mientras le dice a la niña.

- No te preocupes dulzura, si te duermes, te aviso cuando lleguemos, no pasa nada. - la toma de la mano y le sonríe mientras se dirigen a la sala.

Yo sonrío mirándome en el espejo. Mi esposo es tan amoroso, no solo conmigo sino con los niños también. No hay nada en el mundo que desee aparte de todo lo que tengo. Y no hablo de bienes materiales, sino de TODO lo que hemos logrado formar desde que estamos juntos.

Tengo todo lo que cualquier mujer podría desear. Un trabajo estable que es mi pasión y en el que me va muy bien. Un esposo que me da todo lo que pude haber soñado y que me hace plenamente feliz. Unos hijos extraordinarios a los que amo con todo mi corazón.

Me pongo un lápiz labial intensamente rojo, me ajusto el vestido entallado y recojo la chaqueta.

Mi familia me espera para salir. Luz toma la mano de su papá y Javier espera con las manos en los bolsillos. Tomo una fotografía mental de ese instante y agradezco en mi cabeza por la maravillosa vida que tengo.

Esta noche celebraremos el aniversario de bodas de mis suegros. Iremos al restaurante favorito de ellos en el centro y pasaremos una buena velada como todos los años.

***

A mi también me gusta mucho el restaurante. A pesar de ser un lugar muy elegante, tiene una zona de juegos infantiles que a mi pequeña hija le encanta. Luz tiene 4 años y es la niña de los ojos de Jorge. A veces lo reto diciéndole que la quiere más que a mi. Por otro lado, Javier es un niño serio, tímido y bien parecido de 12 años que ama a su hermanita y la protege siempre.

Luz pide ir a la zona de juegos y Javier se ofrece a acompañarla por lo que nos quedamos solos en la mesa.

Pienso en lo increíble que es que después de 10 años juntos sigamos teniendo la misma pasión e interés por el otro. La mano de Jorge se posa en mi pierna y comienza a ascender a zonas menos pudorosas debajo del mantel distrayéndome de mis pensamientos, giro el rostro para mirarlo y regalarle una sonrisa. Jorge se acerca y me besa en los labios. Como siempre, me pierdo en la profundidad del beso y le correspondo con el mismo grado de pasión cuando escuchamos un carraspeo que nos hace separarnos.

- Buenas noches tórtolos - es el padre de Jorge, tan jovial como siempre. Un mesero separa la silla de mi suegra. Jorge y yo nos levantamos para saludarlos.

Me agacho para besar a Debie, la madre de Jorge y enseguida abrazo a Don Jorge. Después de todos los saludos, los tres nos sentamos.

Mis suegros llevan 43 años juntos. Aunque Don Jorge es mayor que su esposa, él se conserva en mejor estado de salud que ella. Aunque eso no impide que año con año celebren su aniversario.

Después de platicar un rato y ordenar la cena, me levanto para ir por los niños. Aún no saludan a sus abuelos y también deben ir a asearse las manos para cenar. Beso a Jorge en los labios y voy en busca de ellos.

La zona infantil está en el extremo más alejado de nuestra mesa. Mis suegros prefieren una mesa con más tranquilidad y menos ruido infantil. Y cómo somos clientes habituales de ese restaurante ahora que Luz es un poco mayor, ya los dejo ir solos.

Un ruido hace que mis piernas se paralicen. Mejor dicho, una risa. Una risa que no había escuchado en más de doce años.

Muevo la cabeza en sentido negativo pues no es posible. Puede ser cualquier persona, pienso para obligarme a seguir mi camino, pero la escucho nuevamente. Ya no tengo ninguna duda. Agacho la cabeza tratando de recobrar mi ritmo de respiración. Escuchar esa risa tan peculiar, esa risa que me generaba escalofríos me ha desconcertado en exceso. Hago respiraciones profundas y me obligo a continuar mi camino, sin embargo simplemente no puedo seguir.

Finalmente mis ojos lo ven. Esta de espaldas en el bar del restaurante con un grupo de hombres maduros. Pero lo reconozco. Sé perfectamente quien es antes de que gire su rostro y nuestros ojos se encuentren.

Julián se ha quedado tan paralizado como yo. La risa se congeló en su rostro y cuando parece que está a punto de decir algo, yo desvío la mirada pues Luz viene corriendo hacia mi.

La niña corre tan rápido como sus pequeñas piernas le permiten para llegar a donde me encuentro. Pero para alcanzarme tiene que pasar por un grupo de personas que llenan el lugar. Un hombre del grupo de Julián da un paso atrás y choca con la niña que corría hacia mi.

Con horror veo el choque que termina con mi pequeña Luz en el suelo llorando y un mesero desconcertado con su bandeja en el suelo sin saber si auxilia a la niña o recoge toda su bandeja derramada.

En dos segundos salgo del trance en el que me encontraba y corro hacia mi pequeña. El causante del accidente simplemente mira hacia el suelo y levanta los hombros indiferente.

- Estás bien princesa? - decimos al mismo tiempo Julián que se ha agachado a ver a la niña y yo.

Alzo la cabeza al escuchar su voz y cuando estoy por decir algo, Jorge llega corriendo, toma a Luz en sus brazos y se la lleva consolándola.

Sin mirar atrás, me levanto y sigo a mi esposo.

- Ya, ya, pequeña - la consuela Jorge sentado con la niña en sus piernas.

- Sana, sana, colita… - deja la frase inconclusa esperando que Luz la termine en una dinámica que ellos dos tienen. La niña deja de llorar poco a poco y finalmente dice

- De rana. Me duele mucho papi. -

- Lo sé . -

- Si no sana hoy… -

-Sanará mañana - Jorge la abraza y besa su cabecita.

- No debes correr aquí pequeña - le dice mi suegro mientras frota su cabecita.

- ¿Qué quieres comer princesita? - pregunta Jorge consentidor.

- Unos nuggets papi, por favor. -

- Muy bien, nuggets a la orden para mi pequeña Lucecita. -

La cena transcurre en tranquilidad después del susto del accidente. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en Julián.

Recuerdo vívidamente el día que el me dejó. Me dijo que se iba a ejercer su carrera fuera del país pues le habían ofrecido un buen empleo. No le importó verme derramar lágrimas.

Dijo que encontraría a alguien más que me quisiera tanto como yo lo quería a él y que pronto lo olvidaría. Julián me rompió el corazón. Después de escucharlo no fui capaz de decirle nada más así que lo deje ir y yo me sumí en la más franca desesperación. Casi me muero de tristeza hasta que me enteré…

- ¿Puedo ir otra vez a los juegos papi? - la voz de Luz me saca de mis pensamientos.

- Pero nena, estás lastimada -

- No, mírame, ya estoy bien. Por favor. - dice con la carita más tierna del mundo.

- Bueno, un ratito más porque ya casi nos vamos, de acuerdo - dice incapaz de negarle algo a su hija.

- Yo voy con ella para cuidarla - se levanta Javier y le da la mano.

Yo también me levanto y tomo mi bolso.

- Iré al sanitario, vamos niños. -

Levanto la cabeza hacia el bar donde estaba Julián y veo con alivio que ya no está.

Con más tranquilidad llevo a los niños al área de juegos y luego me dirijo al sanitario.

Estoy apunto de entrar cuando un leve toque en el brazo me detiene. Pienso que es uno de los niños qué tal vez necesite algo y me giro para verlo.

Julián me empuja firmemente hacia adentro. La mujer en el lavamanos se sobresalta al ver a Julián . El le lanza una mirada feroz y ella termina rápidamente su lavado y sale moviendo la cabeza y murmurando quien sabe qué cosas.

Julián revisa que no haya nadie más en el lugar y pasa el cerrojo de la puerta.

Al cerrar gira lentamente y me mira sin decir nada, da dos pasos hacia mi y se detiene a pocos centímetros de mi cuerpo.

Nos observamos fijamente durante un rato que a mi me parece eterno. Está casi igual que la última vez que nos vimos. Su pelo antaño negro ahora pinta algunas canas. Su mirada serena y sus labios delicados pero fuertes a la vez. Está tan guapo como siempre, pienso. Quito esos pensamientos de mi cabeza y pongo un gesto agrio. No debo olvidar que él me dejó, el pasó olímpicamente de mi sin importarle todo lo que teníamos.

- ¿Qué quieres? - escupo las palabras con el mayor desprecio del que soy capaz.

El sube su mano para tocar mi cara pero yo doy un paso atrás para evitar el contacto. Baja la mano resignado y dice

- Estás tan bella como siempre, hola María. -

- ¿Qué quieres Julián? ¿Qué haces aquí? -

- Regresé - dice tímidamente como si se diera cuenta de lo obtuso de su respuesta.

- Eso me queda claro, lo que no me queda claro es para qué. Te recuerdo que tú te fuiste. Tú me dejaste. Me desechaste como un pañuelo usado y no quiero verte ni saber nada de ti - me alejo de él y me dirijo hacia la puerta.

Cuando abro el cerrojo, giro la cabeza y le digo

- Hice exactamente lo que me dijiste que hiciera. Encontré a alguien más. Alguien que me quiere y me aprecia y con el que formé una familia. No te atrevas a regresar a mi vida. -

Cierro la puerta con firmeza y al salir me recargo en la puerta. No puedo creer que fui capaz de decirle esas cosas. Me atuso el cabello y voy a la mesa con mi esposo.

Mis suegros bailan su canción abrazados y los miro con ternura.

Jorge se levanta y extiende sus manos hacia mi.

- Bailemos amor - me dice jalándome a la pista.

Nos abrazamos en medio de la pista y bailamos lentamente. Con mis manos en su nuca le acaricio el pelo.

- Té amo tanto mi amor - me dice y lo miro con cariño.

Mira a sus padres cerca de nosotros y exclama

- Así estaremos nosotros dentro de 30 años más, siempre juntos. - Me besa en los labios y aunque me desconcierta un poco, enseguida le respondo. Sus manos en mi cadera me empujan hacia él mientras bailamos muy lentamente.

- Té amo - le digo cuando nuestros labios se separan. Recargo mi cabeza en su pecho y veo, en la puerta del lugar, a Julián que nos mira con tristeza. Qué bueno que Jorge no lo haya visto, pienso tranquila. Después de unos segundos se da la vuelta y se marcha sin mirar atrás. Justamente cómo hizo hace más de 10 años.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo