POV de Mathilda
El aire de la tarde se adhería suavemente a mi piel cuando el coche negro se detuvo frente a un gran portón de hierro. Columnas de mármol blanco se alzaban al final del camino de entrada; detrás de ellas, una mansión con altos ventanales de vidrio permanecía en silencio, como si me observara de vuelta, muda pero cargada de secretos.
Enzo abrió la puerta para mí.
—Ya hemos llegado —dijo con tono breve. Su sonrisa era delgada, casi formal.
Salí del coche, contemplando la casa que sería mi refugio temporal. Se sentía extraño… después de perderlo todo, ahora estaba de pie en el jardín de alguien a quien ni siquiera conocía por completo. Pero el paso de Enzo era firme, como si estuviera acostumbrado a guiar a personas que habían perdido su identidad.
Dentro, el aire olía a cedro y lino. Todo parecía estéril, demasiado limpio, demasiado… perfecto. No había rastro de vida, salvo el eco de nuestros pasos sobre el brillante suelo de madera.
—Debes descansar un poco —dijo Enzo m