—¿Marina? —dijo Giovanni, con un tono frío que dejaba claro su descontento—. ¿Estás bien?
—Sí, Giovanni, estoy bien —respondió Marina, aunque podía percibirse la inquietud en su voz—. Solo me preocupa Kathia. No sé qué está pasando exactamente…
Kathia se sintió atrapada, su amiga preocupada por ella y su esposo, que parecía molesto.
—Marina, lamento que hayas ido a esa casa. No debiste hacerlo. No hay razón para que te expongas a esto —dijo Giovanni, su voz autoritaria.
—Yo solo quería ayudar —replicó Marina, pero su tono había perdido algo de firmeza, como si la situación la abrumara.
Kathia sintió que su corazón dolía. Giovanni tenía razón al preocuparse, pero no quería que Marina se sintiera culpable.
—Lo siento, Marina —dijo Kathia, tratando de calmar la situación—. No era necesario que fueras… Mi padre… él está vivo, espero, pero no puedo explicarlo todo ahora.
—¿Vivo? ¿Dónde? —preguntó Marina, confundida—. Porque no está en su casa.
Giovanni, intervino nuevament