Capítulo 77. El día y la noche
Marina cerró los ojos y frotó sus muñecas, en su mente la sensación del roce de las ataduras era un nítido recuerdo, pero el resto estaba oculto en una bruma espesa.
Marina abrió los ojos y observó a Gavin, lucía muy serio y determinado.
— ¿Hemos tenido sexo con ataduras?
Gavin afirmó con la cabeza.
Marina vio a lo lejos a su hijo jugando muy feliz con el perro y es tan evidente que es hijo de Gavin, no solo sus ojos azules se asemejan a los de su padre, tienen la misma sonrisa, esa que a Gavin no le había visto hasta que estuvieron completamente solos y en dificultades.
—Supongo que es algo que te gusta —murmuró tratando de racionalizarlo aunque no tiene ni idea si a ella también le gusta.
—No me disgusta —contestó él con la misma determinación.
Marina alzó las cejas y está muy roja y no por el esfuerzo de la caminata.
Gavin la tomó de la mano y siguieron caminando.
Gavin continuó:
—No sabes cómo sentirte al respecto, pero si hablé de eso no fue para ped