—Gracias, Franco —dice Augusto abrazándolo y dándole unas fuertes palmadas en la espalda.
—Sí, gracias, «grandulón» —añade Sandra acercándose por detrás y abrazándolo con el mismo cariño.
Para Nora era interesante ver la demostración de afecto entre los hermanos. Los tres eran delincuentes y pertenecían al mismo grupo de escoria que formaba el clan de La Cosa Nostra y, aun así, ante los ojos de la monja, parecían una familia unida y llena de cariño.
—Necesito que una de las propiedades que me toque… la pongas a nombre de Nora —dice Franco volteando hacia ella, viéndola pensativo.
—¡¿Qué?! —pregunta Nora poniéndose de pie con sorpresa.
—¿Tienes alguna en mente? —pregunta Augusto ignorando a la monja.
—Una no muy cara