5.

—¡Mira!, unas pastillas que curan todo— dice mientras sigue leyendo. —"Tratamiento experimental que ayuda a la regeneración, ayuda a combatir las enfermedades crónicas y crónicas degenerativas, acelera la regeneración de fracturas y fisuras además de heridas graves, se está comprobando su eficacia en caso de cáncer, diabetes y daños neurológicos".

—No creerás en esas mentiras o ¿sí?—, todo suena a una cura milagrosa que claramente no existe, imposible.

—Jajajajajaja esto es charlatanería profesional— me ve fijamente mientras me muestra la página donde leyó todo eso, parecía una revista médica respetable. 

Despego mi vista cuando la enfermera me habla, con una sonrisa y amabilidad en la mirada nos invita a entrar al consultorio, ahí un doctor bastante guapo y agradable nos recibe, nos da la mano y nos invita a sentarnos mientras apunta unas cosas en una libreta, Cliff y yo nos quedamos en silencio viendo todo.

—Bien, Artemisa Stoneblack, soy el doctor Tristán, cuéntame, ¿qué te trae por acá?—, voltea a verme con una sonrisa en los labios y una mirada cálida invitándome a confesarme con él. 

—Mi mayordomo— no es tan fácil, no quiero hablar de lo que tengo, no quiero volver a ser diagnosticada y al final de cuentas no miento, Cliff fue quien me trajo aquí, estoy aquí por él.

—Jajajaja muy graciosa, ven déjame que te revise— se levanta de su escritorio y me ofrece su mano para que la tome, me guía hasta una mesa de exploración que tiene ahí cerca.

—Doctor, tiene accesos de tos, respira con dificultad, se cansa muy rápido— dice Cliff como mamá preocupada. —¿Qué puede ser?

El doctor escucha atentamente mientras revisa mis ojos, me hace abrir la boca, me toma por la barbilla, se pone el estetoscopio y escucha mi corazón, noto que frunce el ceño un par de veces, se coloca a mi espalda y me pide que respire con fuerza y saque el aire, cada respiración se me hace más difícil, siento ese cosquilleo que llega a mi garganta, que me pide toser, intento contenerlo, pero termino cediendo, me arqueo hacia delante mientras cubro mi boca con mis manos, la tos no para, mi rostro se enrojece por la fuerza en la que expectoro, el doctor se pone frente a mí y me ve con preocupación, cuando termino mantengo mis manos en mi boca, me rehúso a bajarlas, pero Tristán decide tomar mis muñecas con gentileza, las baja lentamente obligándome a mostrarle la sangre y los coágulos en mis palmas, Cliff se levanta abruptamente de la silla mientras no puede creer lo que ve. 

—¿Qué carajos Arty?—, claramente está molesto, después de todo nunca había visto lo que pasa cuando toso tanto. El doc me señala un lavabo para que me limpie las manos. 

—Srita. Enfermera, lleve a la Srita. Artemisa a toma de rayos X, necesito una placa radiográfica V-D de tórax por favor— dice el doctor sin perder más tiempo, la enfermera camina hacia mí y me invita a seguirla.

Veo como Cliff se queda sin palabras, no sabe ni que decirme, tal vez tenga una batalla interna entre regañarme y apiadarse de mi alma. Salimos del consultorio en silencio, siento como mis pulmones queman, duelen, siempre es así. Pasamos por entre la gente, enfermos, doctores, enfermeras, con forme avanzamos veo que la gente está nerviosa, hablan apenas en un susurro, no puedo evitar sentir curiosidad, sacudo mi cabeza tratando de deshacerme de las ganas de enterarme del chisme y sigo a la enfermera hasta una puerta grande por la que me hace pasar. Veo la máquina de rayos X en el centro mientras habla con el técnico radiólogo, identifico los chalecos de plomo colgados en una de las paredes, paso mis manos por la máquina, es diferente a las de los otros doctores. 

—Srita. Artemisa, sígame por aquí por favor— vuelve a hablarme la enfermera mientras el radiólogo me saluda con la mano y me sonríe, la enfermera me invita a pasar a un vestidor y entiendo bien lo que necesita.

—Si gracias, ya sé que procede— la digo interrumpo y cierro la puerta casi en sus narices.

Me quito la chamarra y la playera, cuelgo las prendas en unos percheros pegados a la pared, me deshago del brasier y me pongo una batita que mantiene mi espalda descubierta, intento respirar profundamente, pero antes de que mis pulmones se distiendan en su totalidad saco el aire, no quiero tener otro ataque de tos. Abro la puerta y veo a la enfermera y al radiólogo platicando, en cuanto me ven el radiólogo me pide acercarme.

—Muy bien Artemisa te voy a pedir que te acuestes en la mesa— lo hago de inmediato, siento como acomoda mis brazos y trata de que mi columna quede alineada con las líneas que muestra el haz de luz que proyecta la máquina.

Después de unos cuantos segundo me pide que me levante y me vista, entro y salgo del vestidor, la enfermera me espera en la puerta mientras el radiólogo le entrega la radiografía en un sobre grande color amarillo. Caminamos las dos en silencio de regreso, tengo ganas de un cigarro, pero tendré que esperar a que salgamos de aquí. 

—¡Mamá!, ¡es en serio!, ¡eso decían!—, el comentario de una adolescente a su madre me hace detenerme, toda la gente de alrededor presta atención con curiosidad. —¡Dijeron que se combustionó delante de todos, solo cuando lo metieron en la ambulancia dejó de arder!, ¡dicen que el tipo estaba a mitad de la calle, bajo la luz del sol y empezó a gritar!

No, eso no está bien, noto que la enfermera no se dio cuenta que me quede plantada escuchando la plática así que aprovecho y camino hacia emergencias del hospital, veo a la gente corriendo de un lado a otro, apurada, camino buscando en donde está el quemado que claramente de seguro es un maldito vampiro, no me imagino la clase de atrocidades que puede provocar aquí uno de su calaña. Corro por los pasillos, me asomo por las puertas hasta que veo a unos enfermeros entrar con sueros en una de las habitaciones, la puerta que abren me deja ver al quemado dentro antes de que se vuelva a cerrar.

—Señorita no puede estar aquí, por favor retírese— me dice uno de los de seguridad mientras me toma del brazo, lo veo molesta y retrocedo. 

Sin dejar de verlo con cara de odio me alejo lentamente, me quedo pensativa, ¿cómo demonios entro ahí antes de que todo sea demasiado tarde?, como señal divina veo a una de las doctoras entrar a los baños, corro hacia ella y entro también, deja su bata colgando en uno de los percheros, se la quito y veo que tiene gafete de identificación y en una de sus bolsas sus gafas. Salgo del baño disfrazada de ella, camino con seguridad mientras me abotono la bata y pego el gafete al sensor para abrir la puerta. De inmediato recorro el pasillo que tiene varias puertas, me asomo a través de cada una con el afán de encontrar a ese maldito, no me detengo hasta que lo encuentro, veo que el equipo que estaba intentando revivirlo se ha dado por vencido, todos empiezan a guardar cosas, con sus rostros tristes y derrotados mientras que el monitor tiene ese pitido incómodo que avisa que el corazón ya no late. El doctor encargado camina hacia mí.

—¿Usted es la doctora nueva?—, lo veo fijamente, al principio no comprendo lo que me dice hasta que recuerdo que intento hacerme pasar por una.

—Sí, soy yo— le digo algo nerviosa, no quisiera que me sacaran de aquí sin antes atravesar el corazón de ese maldito.

—Hágame un favor, ¿me puede ayudar con el cadáver?, ¿sabe quiénes son los familiares?—, me dice mientras los enfermeros empiezan a salir del cuarto.

—No, pero si quiere yo puedo continuar aquí mientras usted los vocea allá afuera, ya hizo mucho— volteo a ver el cuerpo achicharrado a mitad de habitación, el doctor lo ve con tristeza y derrota.

—Al parecer, no lo suficiente— Noto el dolor en su mirada, si tan solo supiera. —Gracias doctora, no tardo— camina por el pasillo dejándome a solas con el cuerpo. 

Camino por la habitación, veo hacia todos lados intentando encontrar algo con que atravesar su corazón y volverlo cenizas, abro cajones, pero ninguno tiene algo lo suficientemente efectivo, hasta que encuentro un bisturí cerca de una tarja, esto debe de servir, veo su filo a contra luz, volteo hacia el vampiro, pero ya no se encuentra en la mesa, veo hacia la puerta y esta está cerrada, no creo que haya salido, no escuché nada. Camino por la habitación con el bisturí oculto en mi mano, volteo hacia todos lados, levanto la mirada hacia el techo, pero no está tampoco ahí.

Cuando estoy a punto de dar el siguiente paso, una mano me toma por el tobillo y me hace caer al piso de frente, el bisturí sale disparado de mi mano, se desliza por el piso y choca contra la pared, quedando lejos de mí. Intento apoyarme sobre mis rodillas y palmas, pero algo me voltea boca arriba, levanto mi cabeza y veo a la altura de mis pies al vampiro, con el rostro deforme por las quemaduras del sol. 

—¿Nadie te informó que no podías andar bajo el sol, cariño?—, le digo con una sonrisa en los labios mientras él me muestra sus colmillos largos y filosos, amenaza con morderme una pierna.

Alcanzo la mesita auxiliar por la pata y la tiro encima de él, su agarre se vuelve débil y me permite levantarme, camino a tropezones, intentando alcanzar el bisturí, pero de nueva cuenta me empuja por la espalda, me pone contra la pared mientras sujeta con fuerza mi cabello y me obliga a hacer mi cabeza hacia atrás, es claro que está hambriento, pero no pienso ser su cena.

Empiezo a lanzar codazos hacia atrás, pegándole en las costillas, él, aún sujetándome por el cabello, golpea mi cabeza contra la pared, por un momento se me apaga la visión, me toma con ambas manos de los hombros y entonces me deshago de la bata dejándola en sus garras mientras yo tomo distancia. Agarra la bata con fuerza y la rompe por la mitad para después tirarla al piso, claramente pelear con él de frente y a puño cerrado es la muerte segura. 

Veo fugazmente el bisturí en el piso, junto a sus pies, antes de que se dé cuenta la puerta se vuelve a abrir, esto debe de ser una mala broma, es el imbécil de Kronos, cuando me ve también parece sorprendido por mi presencia. Aprovecho el descuido de mi acechador, corro hacia él, cuando este voltea me deslizo por el piso, paso entre sus piernas y tomo el bisturí, giro antes de llegar a Kronos y utilizo mis piernas como resorte para abalanzarme sobre el quemado, clavo el bisturí por su costado izquierdo, con una mano lo agarro del cuello manteniendo el control de su cuerpo, introduzco aún más el bisturí, siento como desgarra los tejidos hasta que toca su corazón, apenas y lo acaricia, un último empujón y está muerto.

—Puedes lograr salvar tu alma si me dices quien te creo— le digo con mi rostro casi sobre el suyo, sus ojos expresan miedo y coraje. —Vamos... di un nombre y esto acabará, ya no habrá dolor, ya no habrá sangre— balbucea, pero no salen palabras de su boca, solo sonidos, suena como un animal herido, no me dirá nada, ese es el encanto de los neófitos, son como bestias.

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