4.

Vuelvo abrir los ojos, alguien me aventó agua helada al rostro, el frío me hace temblar y por un momento jadeo, intento descubrir donde estoy, que está pasando, frente a mí se encuentra Kronos, recargado en un escritorio viéndome fijamente con una sonrisa pedante en los labios, cruzado de brazos, mientras el que me capturó sostiene la cubeta en sus manos. 

—Srita., creo que fue de mala educación dejarla ir sin preguntar su nombre— me dice Kronos con gentileza, como si estuviéramos aún en circunstancias para socializar. 

—No creo que eso importe mucho en este momento— pese a que mis manos están atadas, al igual que mis pies no pienso mostrarme débil o con temor. 

—Jajajajajaja yo creo que sí— toma una silla y la arrastra hasta donde estoy, la pone frente a mí y se sienta. 

—Mi nombre es Kronos... Exijo saber el tuyo— me dice con una sonrisa en los labios mientras intenta sonreír de oreja a oreja. 

Permanezco en silencio, lo veo fijamente a los ojos sin ceder, cuando entra una tercera persona, es la rubia, Marian, trae unos papeles en las manos, los sujeta con cuidado mientras se contonea provocativamente hacia Kronos. Este voltea hacia ella y toma los papeles, empieza a hojearlos frente a mí, evitando que yo también vea, frunce el ceño un par de veces y sonríe otras tantas, regresa los papeles a Marian con la mirada clavada en mí, me ve de arriba a abajo sorprendido. 

—Vaya, vaya, ya no me digas más... cambiemos de pregunta ¿quieres?, ¿qué hace aquí una cazadora de la casa Stoneblack?, ¿qué busca Srita. Artemisa?—, me ve con una sonrisa de satisfacción. 

—Yo solo entré por una copa— le contesto con desinterés, como si no supiera en el aprieto en el que estoy. 

—No... usted no está aquí por eso bella dama— se inclina hacia mí, coloca ambas manos en mi silla, una a cada lado de mi cadera, puedo sentir su frío aliento chocar contra mí rostro. 

—Es en serio, ¿qué otro interés tendría, señor Kronos?—, me acerco un poco más a su rostro, quedamos a escasos centímetros, nuestras narices casi rozan mientras nos vemos fijamente a los ojos. 

—¡KRONOS!, ¡KRONOS!, ¡NO LA MATES!, ¡TODO ES MÍ CULPA!—, ambos volteamos hacia la derecha, una puerta de metal se abre y entra Ceo corriendo con cara de angustia. 

—Ceo, ¿qué haces aquí?, te dije que esperaras afuera hermanito— la voz de Kronos suena cansada y molesta. 

—Disculpa a mi hermano y discúlpame a mí, yo... yo fui quién mandó a esos hombres por ti al aeropuerto, solo quería hablar contigo— ¡ah! así que fue él, se ha ganado puntos por su sinceridad, cuando lo mate será rápido y sin dolor.  

—Ceo ¿dejarías de hablar?, ¿sabes quién carajo es ella?—, le dice Kronos claramente molesto, camina hacia él y lo toma de los hombros intentando detenerlo, pero no hace caso, se zafa de su agarre.

—No te conocía en persona, solo sabía tu nombre, por eso no te reconocí hace rato... tenemos que hablar, lo que está pasando no es nuestra responsabilidad, hemos intentado buscar al vampiro que está creando neófitos a diestra y siniestra, pero... no lo estamos logrando— noto la preocupación en su voz y en cómo se comporta, está desesperado. —Sé que Stoneblack siempre fue la casa de los cazadores más audaces y temerarios... creo que podríamos unir fuerzas con ustedes y acabar esto de una vez.

Tanto Kronos como yo nos quedamos sorprendidos por su descabellada idea, unir titanes con cazadores, no suena muy inteligente, ¿no sospecha que en ese caso podría abusar de esa confianza y exterminarlos a ellos también?, eso haría, sin remordimiento y sin dolor, supongo que puedo tomarle la palabra. 

—Ceo, ¿estás consciente de la gran estupidez que estás diciendo?—, le dice Kronos al parecer leyendo mi mente, no puedo evitar reírme de la idea.

—Kronos... nosotros no somos glotones, no buscamos acabar con los humanos, no buscamos cazar por cazar... esto que está pasando no solo nos puede dejar sin comida a futuro, nos traerá problemas con los cazadores— Ceo parece desesperado, casi cayendo a la locura mientras que Kronos se mantiene controlado, lo ve fijamente pensativo.

—Bien, te diré lo que pasará... seguiremos trabajando con nuestra gente, con nuestros hermanos, dejarás a un lado la estúpida idea de acudir a los cazadores ¿entendido?—, se acerca a Ceo con paso tranquilo y pone sus manos en sus hombros, voltea a verme. —En cuanto a ti cazadora, te liberaré... te irás de aquí y jamás volverás, ¿entendido?, te debe de bastar con saber que nosotros no estamos detrás de este problema, así que regresa a tu casa, enciérrate bien mientras los adultos trabajamos— claramente se ve molesto y demasiado seguro de sí mismo, pongo los ojos en blanco y no puedo contener una sonrisa.

—Kronos— se anima a hablar de nuevo Ceo, pero Kronos no permite que continúe.

—Saquen a mi hermano de aquí— les dice a sus hombres de negro y estos se acercan a Ceo con algo de duda, claramente no es tan fácil enfrentarse como humanos a un titán.

—Bien, me voy— voltea a verme fijamente con duda. —No la lastimes Kronos.

—No lo haré, solo vete ya— Kronos pone sus manos en la cintura esperando sin voltear a ver que desaparezca de la habitación.

Después de suspirar molesto se acerca a mí, me pone de pie con mis tobillos atados y las manos de igual forma a mi espalda, pone su rostro cerca del mío y sonríe divertido, como si la situación fuera para él un deleite. Se hinca y siento un escalofrío recorrerme mientras sus manos desatan mis tobillos, cuando se levanta lo hace muy pegado a mi cuerpo, me toma por la cintura como queriendo apoyarse de mí mientras se pone de pie, vuelvo a notar que me olfatea detenidamente, recorre mi brazo con su nariz hasta que llega a mi cuello, me quedo quieta, soportando estoicamente hasta que termina de levantarse, recorre sus manos lentamente hacia mi espalda, sube a mis codos y recorre mis antebrazos hasta llegar a mis muñecas, estoy pegada a su cuerpo, pero me mantengo tranquila, sé que intenta intimidarme, cosa que no logrará, me ve fijamente a los ojos mientras empieza a jalar la cuerda que ata mis manos.

—Valiente cazadora, con la frente en alto, pero tu corazón te delata—  dice con una sonrisa en el rostro, victorioso de su descubrimiento.

—Cuando termines de divertirte me avisas— le digo intentando mantener una actitud de fastidio y aburrimiento.

—¿Tienes prisa?, me parece que sí, no tienes mucho tiempo— lo veo directamente a los ojos, parece que quería llamar mi atención y lo logró. —Estás enferma, te estás pudriendo... hueles a muerte... ¿qué es?, ¿alguna insuficiencia?, ¿infección mortal?, ¿padecimiento crónico?—, de nuevo acerca su nariz a mi rostro y me olfatea desde la mandíbula hasta mi sien, siento como su nariz traza el camino que delicadamente sus labios llegan a rozar por error. —Cáncer— dice esa palabra que he estado escuchando el último mes, con voz baja y arrastrada, saboreando el horror que provoca en mí.

—Felicidades, ¿te invito un trago?, ¿esperabas una palmada mientras te digo buen chico?—, me ve fijamente a los ojos mientras yo me sonrío con sarcasmo, no pienso demostrar cuanto me afecta mi enfermedad, además no es algo que me importe que él sepa o no, de todas formas si quiero lo puedo matar, el cáncer no me vuelve manca. 

—Jajajajaja quiero un último favor antes de no volvernos a ver nunca— detiene sus manos en mis muñecas aún sin desatarlas por completo, me quedo por un momento viéndolo fijamente con algo de duda —un beso— se acerca, recortando la escasa distancia que de por sí ya nos separaba. 

Siento sus labios en los míos, fríos y suaves, su movimiento es tierno, pausado, disfrutando cada segundo, su mano viaja a mi nuca y me mantiene con más fuerza contra su boca, cuando me doy cuenta estoy correspondiendo su beso, dejándome llevar, pero pronto me siento asqueada, sorprendida por lo que estoy permitiendo, cuando tengo la oportunidad muerdo su labio con fuerza, él se aleja de mí cuando siente punzadas de dolor, al retroceder también termina de jalar la cuerda que mantenía mis manos atadas. Siento el sabor de su sangre en mi boca y la escupo al piso mientras masajeo mis muñecas adoloridas, él empieza a reír divertido por mi comportamiento.

—Jajajajajajajaja— pone sus dedos en su labio inferior mientras su sonrisa se ensancha aún más. —Así que a esto sabe la muerte— levanta su mirada hacia mí y me deja sin palabras, congelada y claramente ofendida.

—Claro, un hombre como tú ya no recuerda lo que significa la muerte, espero que te haya gustado— le contesto con rabia contenida, noto que abre sus ojos con sorpresa y con una pizca de arrepentimiento, si es que puede sentirlo un monstruo como él.

Sin esperar a más, camino hacia las puertas de metal, en buen momento me di cuenta en qué lugar estábamos, el primer cuarto al que entré después de la puerta que divide el club de la carnicería. Camino por el pasillo confiada en que lo dejé tras de mí, solo quiero salir de aquí y seguir con mi trabajo cuando su mano me toma de la muñeca y me hace girar de nuevo hacia él.

-Lo que viste aquí, las personas que estaban donando su sangre, todas saben lo que hacen, todas me sirven anhelando la vida eterna, no hago nada ilegal o en contra de tu especie— su mirada se conserva seria, por primera vez no veo esa sonrisa detestable en su boca, jalo mi brazo zafándolo de su agarre de manera algo violenta.

—Mientras tengan tu tatuaje no tienes nada que temer, ¿no?—, le digo frunciendo el ceño, viéndolo con asco, con repulsión, como el monstruo que es.

Sigo mi camino de regreso al club dándole la espalda sin esperar a que diga algo más. Vuelvo al ruido del lugar, a la gente que sigue bailando y tomando, ajenos a los horrores que vi allá adentro, de seguro aquí es donde los convencen de que una mejor vida les espera, pobres idiotas. Salgo del antro y busco con la vista el carro, noto que prende las luces y el motor ruge invitándome a entrar, lo único que quiero es llegar a casa, el pecho de nuevo me empieza a doler, no tardo en tener un acceso de tos.

Estoy en la sala de espera junto con Cliff, él está leyendo una revista vieja mientras yo me escurro en el asiento, estoy golpeando la cajetilla de cigarros sobre mi pierna, me siento ansiosa y no dejo de pensar en lo que pasó la noche anterior, ese maldito chupasangre, altanero, arrogante, cometerá un error y estaré ahí para hacerlo pagar por su atrevimiento. 

—No entiendo porque venir con otro médico— le digo a Cliff quien no se digna a verme.

—El problema no es el médico, eres tú, nunca me dices nada, así que mejor vine contigo— me responde sin levantar la vista de su revista.

—Porque no tengo nada, así de sencillo— me levanto y camino hacia el jardín que está afuera de la clínica, pero Cliff me detiene y me regresa al asiento.

—¿No tienes nada?, ¿por qué siempre encuentro recetas, órdenes médicas y citatorios rotos o quemados?

Por un momento nos quedamos viendo fijamente, su mirada es de molestia y preocupación, no quiero que sepa mi problema, no quiero que sepa que me estoy muriendo de cáncer de pulmón, de todas formas, ¿qué ganaría con saberlo?, a final de cuentas voy a morir, no es un cáncer fácil de vencer y menos en el estado en el que ya estoy. Baja la mirada de nuevo a su revista y sigue leyendo, me ignora de nuevo.

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