(POV: Ishtar)
El núcleo seguía latiendo.
Rojo. Inestable. Como si fuera el corazón expuesto de una bestia moribunda que aún no aceptaba su final. Cada pulso era una amenaza sorda. Cada rugido del coloso sacudía los restos de la ciudad. Las estructuras caídas crujían bajo sus embestidas, y la tierra parecía quejarse.
Mike no estaba.
Y no sabíamos si seguía con vida.
Harold, Adriian y yo seguíamos de pie. Pero apenas.
—¿Ideas? —pregunté, jadeando. Sentía el sabor metálico de la sangre bajando por mi cuello. No sabía si era mía o de otro.
—No podemos mantenernos a la defensiva —respondió Harold, con su voz firme incluso en el caos. En su mano, el viento giraba como un bisturí invisible—. Hay que presionarlo. Forzarlo a gastar energía.
—Lo estamos haciendo —murmuró Adriian. Su voz era una sombra tensa. A mi lado, su espada Asmodeus vibraba con pulsos oscuros, sedienta—. Pero eso ya no es un coloso. Es un demonio con huesos de metal.
Y tenía razón.
El núcleo brillaba con un fulgor enfermiz