—Claro que no soy perezoso. Y sabes que no necesito practicar porque llevo la velocidad en la sangre—expresó con aire de suficiencia a su padre.
—Es cierto Taddeo, lo que no llevas en la sangre es la humildad, no es bueno creerse el mejor—manifestó su padre con paciencia.
El niño soltó una carcajada